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domingo, 27 de octubre de 2019

"¿Es la Historia una María?" (Manuel Menor)

Publicamos este artículo del compañero Manuel Menor


La exhumación de Franco del Valle de los Caídos, un alivio para muchos, suscita rémoras que, por diversas razones, han encontrado acomodo social.

Lo preocupante es que una parte significativa de esa herencia sigue viva en la cultura educativa y sin mucho ánimo de que cambie.

Presente
Los análisis de los libros escolares de Historia recientes siguen detectando múltiples modos de interpretación de lo acontecido en el primer tercio de siglo español que condicionan el relato sesgado de los otros cuarenta que les siguieron. Lo advirtió en 2016 Fernando Hernández en alumnos que llegaban al máster previo para ser profesores, con un conocimiento débil y fragmentario de la España actual: el tipo de conocimientos adquiridos en las etapas anteriores a los 18 años había sido deficiente en muchos casos. Y en el documental de Alessandro Pugno, sobre la escolanía del Valle, A la sombra de la cruz, es bien patente la supervivencia no tan arqueológica que en ese centro tiene la educación en general y la de la Historia en particular.

Si a esta constatación se le añade el análisis de Emilio Castillejo sobre lo que en esa área de conocimiento se enseñaba en los 40 años anteriores, se podrá entender la ancilaridad asignada a esta disciplina, a modo de prolongación apologética de lo que las conocidas como “tres Marías” tenían asignada para enaltecer el triunfo antirrepublicano.  De entonces acá, el desarrollo curricular español cuenta, como un hito, con los sofismas que Esperanza Aguirre manejó –de manera muy rentable para su provecho político- en aquel caballo de Troya que, en octubre de 1997, llamó Plan de Humanidades.  Y, para más desconcierto, suele ser más habitual de lo conveniente que, entre las cansinas críticas frecuentes, sobre todo entre líderes y grupos políticos con poder en las Consejerías de Educación, surjan turbias diatribas sobre “doctrinarismo” en la enseñanza de esta materia.

La exhumación de Franco en Cuelgamuros, con no ser un acontecimiento  histórico relevante, mirada con este espectáculo de fondo sí muestra la irresponsabilidad de cuantos, si no lo enmiendan, tienen algo que ver con la enseñanza de la Historia en un país que quiere vivir democráticamente. Algo falla cuando, después de tantos años de retraso para proceder a este cambio de enterramiento, se afronta frívola y partidariamente, pese a que la situación no cumplía los mínimos de ejemplaridad que en democracia cabe exigir para el empleo del dinero público.

Pasado
Tampoco puede decirse que el trasfondo de recursos y tiempo invertidos en el plan faraónico de exaltación martirial de “los caídos” en la guerra del 36, haya sido un episodio anecdótico o justo. Desde 1940 en que se empezó la obra, a 1959 en que se inauguró, Daniel Sueiro dejó bien explícito en 1976, en La verdadera historia del Valle de los Caídos, el testimonio de los que participaron en aquella construcción, de modo que no tienen cabida muchos de los infundios que andan por las Redes. El historiador Nicolás Sánchez Albornoz, quien en agosto de 1948 protagonizó una bien conocida huida de aquel campo de trabajo –llevada al cine por Fernando Colomo en Los años bárbaros- todavía es un extraordinario testigo de lo que allí aconteció. Merece la pena advertir, además, que, en 1957, se firmó el convenio con los benedictinos a fin de solemnizar la atención religiosa al monumento funerario, razón por la que todavía perciben 340. 000 € anuales de Patrimonio Nacional, lo que puede explicar en parte algunas exaltadas opiniones emanadas de ese entorno.

No menos elocuente es la serie de fechas que, desde el 23.11.1975, en que es enterrado Franco, han servido de contexto a lo acontecido en torno a aquel lugar. No es la de menor valor que el 29.12.1978 hubiera entrado en vigor la Constitución Española actual. En el debate de su articulado -en que el del 27 es bien conocido-, quedó clara una voluntad de entendimiento y confianza mutua entre discrepantes políticos. Ese clima, sin embargo, fue variando al albur, sobre todo, de  los problemas con el terrorismo, los de corrupción o los del independentismo, en que el recurso a la memoria del pasado ha sido utilizado ad libitum.  Un punto de inflexión importante tuvo lugar cuando las asociaciones de memoria histórica –por ejemplo, ARMH en diciembre de 2000, o AMESDE tres años más tarde- empezaron a tener alguna presencia mediática e incluso reconocimiento de la ONU con sus reclamaciones de justicia con los perseguidos y ejecutados por el franquismo. La Ley de Memoria Histórica, en diciembre de 2007, podría ser considerada un espaldarazo tardío, pero incompleto, a esas razonables reclamaciones cuando  habían transcurrido 29 años.

Hasta que acontece esta exhumación, entre resistencias expresivas de distintos tipos de afines y deudos, han pasado otros doce años, en cuyo transcurso se han sucedido el Informe de noviembre de 2011 -en que una Comisión de expertos recomendó la exhumación-, y que en 2013 fuera rechazada –por “no urgente”- una proposición no de ley al respecto, hasta que, en 2017, otra similar fue aceptada, pero con oposición bien significativa. Y desde el 18 de junio de 2018, en que el PSOE anunció su propósito de hacer efectivo el traslado, la serie de obstáculos que, in extremis, se sucedieron hasta que el Supremo resolvió el 24.09.2019, es bien indicativo de cómo un asunto de los muy anclados en el pasado más conflictivo pretende ser utilizado todavía en contra de un saber histórico razonable que sustente una convivencia democrática en igualdad. Es un mundo al revés.

Futuro
Sánchez Albornoz decía hace algo más de un año, en la entrevista citada, que el Valle de los Caídos “no puede ser como Arlington en EEUU. Es una idea absolutamente ridícula”. Los orígenes de aquel cementerio, cuya construcción se inició en la Guerra de secesión, son muy distintos; comparativamente, no tienen nada que ver. El futuro del Valle de los Caídos debiera ser considerado, antes que una cuestión de memoria y de continuidad divisoria entre vencidos y vencedores, como una cuestión de Historia; tiene sobrada documentación acerca de la significación que se quiso imprimir al lugar y a su denominación desde 1940. De todos modos, tres significantes relevantes han de ser tenidos en cuenta. En primer lugar, las varias decenas de miles de personas allí sepultadas y no precisamente de manera honrosa para todos y sus familias. En segundo lugar, el destino de los monjes que hasta ahora allí estuvieron dando color al espacio funerario. Y en tercer lugar, los elementos más explícitamente laudatorios que pro parte tiene inscrito el conjunto arquitectónico y escultórico. De los tres, tal vez el tercero sea el de más dificultades a resolver, además de la atención que exija el deterioro que sufre el material constructivo. En todo caso, el Informe que la citada Comisión de Expertos hizo en 29.11.2011, bien puede servir para iniciar un necesario proceso reconversor como espacio de la Historia.

Todo lo cual sería de corto alcance si no se coordinara con una labor sistémica, al menos, en dos direcciones. Una, más difusa, orientada a que la derecha política se conciencie de que ser constitucionalista vale de poco si, queriendo mostrarse demócrata, no rechaza la dictadura y el autoritarismo: después de 1978 son pocos los que lo han hecho en público sin que sonara a retórico. En ese trabajo, a la izquierda habría de planteársele que fuera responsable y más exigente en los conflictos que atañen a derechos y libertades, empezando por la de conciencia y la defensa de lo público.  Respecto a lo pactado en la CE78, bien se ha visto quien evoluciona y quien no respecto a la etapa franquista. Según para qué se invoque el respaldo constitucional, proclamarse constitucionalista es a menudo confuso e insignificante. La otra dirección, más sencilla pero pedagógica para todos, debiera ser una revisión conjunta de la enseñanza de la Historia y, cómo no, de una imprescindible Educación para la Convivencia, como se llamó al proyecto experimental de enseñanza constitucional entre 1983 y 1987, en parte similar a la Educación para la Ciudadanía de 2004. Si no se enseña un razonable conocimiento del pasado y su engarce con nuestro sistema democrático, el riesgo de que se evapore pronto el valor de este es muy alto.

TEMAS: Historia Actual. Enseñanza de la Historia. Valle de los Caídos. Educación para la Ciudadanía. Constitución de 1978.

Manuel Menor Currás
Madrid, 23.10.2019

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