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sábado, 27 de julio de 2019

"El pasado y su Historia importan" (Manuel Menor)

El compañero Manuel Menor nos envía este artículo:


Relatar el pasado desde la obsesión por controlar el presente ha sido la gran ambición de los poderosos, ansiosos de su memoria.

Lo decía Sergio del Molino comentando el primer capítulo de la serie sobre Jesús Gil: “lo más triste son las caras que celebraban la honestidad brutal de su mesías de andar por casa”, y recordaba certero cómo Walter Benjamin había observado que el pasado solo importa en la medida en que moldea el presente. Según Rafael Feito, también sucede algo de esto en la reciente película sobre los Beatles: Yesterday. Y según Josemi Lorenzo, los intereses y conveniencias de los reyes de Asturias -en el siglo X- determinaron la manipulación del pasado que por entonces podía arrastrar Zamora. Es decir, que viene de largo este hábito maniobrero.  

Encantados olvidos
En la última entrega a Mundiario, tres breves anécdotas plasmaban lo habitual que sigue siendo que los relatos sobre el pasado hablen más del hoy que del ayer. Más sistemático, Jean Vermeil reunió textos de conmemoraciones mozartianas en 1891, 1941 y 1956. En La Flûte désenchantée (Toulouse: Éditions Ombres, 1991),  documentó cómo el compositor vienés había sido utilizado como pretexto para elogiar las políticas -diversas e incluso opuestas- del poder en tales aniversarios, con el resultado de una maleable imagen, ajena a su vida y obra. 

En ese panorama general hay, de todos modos, situaciones especialmente duras. Si se tocan los conflictos españoles de los años treinta, el tiempo no ha logrado deshacer el trastorno sufrido en su recuerdo personal o grupal a los destinatarios de posibles celebraciones o investigaciones. La fractura sigue viva y el vaivén del reconocimiento mutuo sigue aleatorio en muchas instituciones. El paso de los años ha asentado, más bien, a quienes salieron con ventaja de aquel drama y sus criterios son perceptibles todavía en sitios significativos como colegios o escuelas, bibliotecas, ayuntamientos, etc., poco abiertos, contradictoriamente, a la pluralidad. Los cambios formales de los últimos 40 años no han diluido esa “ideología” marcada por experiencias subjetivas propensas a vivir a la defensiva considerando  “ideólogos” –falsarios de “la verdad”- a quienes tengan otra perspectiva del pasado.

Se ha avanzado, pero falta mucho para compartir y mitificar lo mismo. La memoria y la desmemoria se aprenden y desaprenden. Muchos españoles apenas pudieron ir siquiera a la escuela unitaria, y todos fueron adoctrinados masivamente durante cuarenta años por el omnipresente nacionalcatolicismo en la escuela, en los púlpitos, en la prensa o en el cine y en la iconografía que logró venia de los censores. Después -como ha estudiado Fernando Hernández‑, muchos maestros y profesores que han tratado de explicar la “Historia actual” de España, han tenido dificultades para hacerlo. Y como complemento, todavía hoy, el acceso a fondos de archivo de aquellos años tropieza con problemas de todo tipo. Miradas hacia el pasado, consistentes y humoradas, como la que Andrés Sopeña hizo ver en El Florido pensil (Barcelona: Crítica, 1994), no son frecuentes.

Historiografías
Es obvio que el presente no le es indiferente a un historiador. Siempre tensiona su mirada hacia el pasado, aunque solo sea para seleccionar lo que pretende explicar. Sin embargo, no todos son iguales. Los que leen el pasado juzgando el presente suelen ser tendenciosos, repetitivos de consignas aprendidas.  En el trato de otros estudiosos con la documentación, el rigor analítico fundamenta sus razonamientos tentativos de veracidad y les confiere autoridad  explicativa.

La calidad de la historiografía española, también sobre España Actual, cuenta en la construcción internacional de conocimiento. Es lástima, sin embargo,  que, hacia dentro, tengan tanta audiencia voces ocupadas en revisionismos frentistas; editores que manipulan a quienes, por comer o epatar, alimentan el nicho de negocio existente con quienes, por diversas razones, se sienten incómodos con explicaciones ajustadas a la realidad. Que reverdezcan en Twiter, Instagram y similares los custodios épicos de “la pura verdad” hace que en esta España con plurales memorias abunden quienes pasan el rato a cuenta de nuestro trágico pasado: profesorado intercambiando sus “hallazgos” en chats supuestamente cultos, o  plácidos eclesiásticos  olvidadizos de que -como recuerda Mariano Gamo- la Iglesia siga siendo la “principal ganadora de aquella Guerra Civil, más que el Ejército y que la Falange”. Quienes acreditan pedigrí entre beneficiados directos de los “40 años de paz” siempre tuvieron extensiones propias, hasta altas instancias.

¿Biodiversidad?
En democracia, conmemorar algo juntos  -a favor de alguien o contra algo- es una manera de reafirmar la pertenencia voluntaria a un pasado compartido. No fue así cuando impusieron el eslogan “Por el Imperio hacia Dios”, cuestión que John Elliot dejó clara en su Historia del Imperio español. Pero los sucesores de quienes como Demetrio Ramos crearon aquellos obligatorios libros escolares insisten en su relato exclusivo. Después de Don Pelayo, la toma de Granada y similares, ABC avisó ya de que “arrancan los homenajes a la expedición de Magallanes y Elcano”. El oportunismo  envuelve las ideas con que quieren gestionar este presente.

A cuantos hacen patria con esta afición a la desmemoria colectiva les está agradecido VOX. Su éxito electoral –y la pugna por que sea visible- se asientan sobre la distorsionada Historia que se ha enseñado. Cuentan con la ignorancia programada de tan atrás, con la anuencia explícita de amantes de lo anacrónico y con la alianza del PP y Cs. En instituciones de relevancia como la Comunidad de Madrid, a Isabel Díaz-Ayuso le da igual con tal de alcanzar a presidirla. Tampoco se puede decir que el PSOE -el partido que tiene posibilidades de Gobierno en Moncloa- vaya a enmendar su proyecto de viajar cada vez más hacia un centro edulcorado, desmemoriado hasta que vuelva a ser oposición. Tal vez para entonces ya sean accesibles todos los archivos –también los de RNE y de TVE- donde ha habido tantos vetos a cuanto pudiera ir más allá del “PARTE” y del NODO.

España -contaba Manuel Vicent no hace mucho-, pinta bien en muchas estadísticas. El problema es que parecen mejores si no se contrastan para saber, por ejemplo, en qué ranking situar a los que el periodista llama “políticos nefastos, lideres de opinión bocazas que gritan, crispan e insultan”; o en qué franja estadística de la ONU figura la desmemoria, incluida la de “los ciudadanos que cumplen con su deber, trabajan y callan”… La propia supervivencia democrática estará en riesgo si olvidan que, en  el soterrado escenario de lo puramente biológico, la biodiversidad de los ecosistemas se compadece mal con las tendencias de algunas especies a la exclusividad.


Manuel Menor Currás
Madrid, 11.07.2019

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