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domingo, 2 de junio de 2019

Cromos (Manuel Menor)


Intercambio de cromos en el patio del país  

Victorias ambiguas, sino tristes, es lo que parecen haber deparado las cuatro elecciones últimas. Los pactos que sigan fijarán las políticas educativas.

Algunas candidaturas no han demostrado sino ser irrelevantes, pese al ruido que han generado; casi ninguna ha llegado a donde pretendía aunque haya logrado éxitos parciales. Ahora viene el medir el alcance real de los resultados y tratar de paliar daños en el barco. Al tiempo, en aspectos cruciales para los ciudadanos lo fundamental sigue donde estaba antes.

Paisaje incierto
Mientras el CIS se interesa por los pactos “preferidos” por los ciudadanos, salir del atasco sigue exigiendo cambios relevantes a los políticos elegidos, si quieren ser útiles a la sociedad y no vivir enclaustrados en sus intereses de nomenklatura, ajenos al bien común. Lo primero sería plegar velas al lenguaje desorbitado, excluyente y descarado que algunos han exhibido sin pudor. De seguir así, todos tendrán “su” razón para decir a los demás lo que se les ocurra. Esa verborrea intolerante y descarnada induce al odio y deja un reguero de yesca lista para cualquier incendio. Es hora de pedir, al menos, respeto a las palabras y a la sintaxis para, a continuación, ver si se reduce el ruido. Se requiere el silencio como parte del juego armónico deseable para que suene esta orquesta.

En segundo lugar, habrían de invocar la paciencia. No es virtud con crédito entre personas inclinadas a forzar tiempos y formas de competitividad transgrediendo  maneras que dicen caducas, como si muchas de las más bellas hechuras de la Tierra -cantos rodados de ríos y playas, morfologías erosionadaas de rocas y penedos, o intrincadas meteorizaciones de los relieves kársticos- no derivaran de la actividad geológica de tiempo largo. La mayoría de las fuerzas políticas actuales son fruto de un tiempo corto, excesivamente breve para las prisas por ejercer poder. El espectáculo tecnocrático del retwiteo e Instagram, en que se apoyan, rechaza la lentitud que exige gran parte de cuanto merece la pena.

Y en tercer lugar, advertidos debieran estar de que solo si abandonan la abstracción retórica y se ocupan de la sociología de lo concreto -la educación, la sanidad, los servicios sociales a que por ley constitucional están obligadas las políticas democráticas-, merecerán la continuidad de la confianza de los votantes. Sobran políticos contagiados por la misión de definir, una vez más, la esencia de España, el patriotismo nacionalista e, incluso, la reconfiguración del territorio. Sin contemplar que, con esos mimbres, de gran interés para absolutismos varios, este es el gran riesgo actual. A algunos no les importa correrlo, aunque puedan derivar en lo que que Goya reflejó en sus Disparates y Desastres. Creyentes en lo que mueve en este momento a casi la mitad de Europa, no debieran ignorar que las recientes elecciones en Italia, Gran Bretaña, Polonia o Hungría, seguramente habrían sido el canto de sirena del que Homero habría advertido hoy a oyentes y lectores.

El paisaje de lo singular
Y para no caer en el bizantinismo, habrían de cuidarse de la vigencia de principios implícitos tan “naturales” que, por tales, deban ser dados por buenos e inamovibles. Esa supuesta bondad de la Naturaleza, que la Economía clásica imponía en la relación política de los humanos, pretende seguir siendo el regulador único de la oferta y la demanda. La consiguiente selección de unos pocos –producida por el darwinismo social- se seguirá justificando por sí misma, sin avergonzarse de que todos los demás sean asalariados precarios o esclavos. Es más, percibida una conexión inescrutable entre la Naturaleza y Dios, miel sobre hojuelas para que algunos monoteístas sigan felices haciendo descansar la fatalidad de vida de las mayorías en la sacrosanta voluntad divina, solo benevolente a través de voluntades caritativas o filantrópicas.

Este ciclo electoral  no ha indicado que esta mentalidad, esencialmente urbanita, no haya determinado –entre otros desarrollos- el alegre vaciado a que ha sido sometido el territorio rural, o que las políticas sociales –esenciales en los pactos que se acuerden- vayan a tener amplia acogida en un Estado reducido a mínimos en estos años.  Consejo no pedido, consejo no oído, pero tendría gracia que, después de más dos siglos de peleas por una justicia distributiva acorde con los derechos solemnemente proclamados desde 1789, volviéramos como ciegos a renovar los motivos de la pugna por conseguirlos. Líderes hay cuyas ambiguas victorias en esta serie de elecciones se harán valiosas en el trance de posibles pactos con agendas empeñadas en que regresemos a ese pasado de malestar social y  en tirar por la borda lo logrado. En el  paisaje moderno a que aspiran, cada cual se apañará con su “libertad”, “singular” por empleo precario, salario escaso, sanidad recortada y circuitos educativos diferenciados.

El tablero de ajedrez
Con los acuerdos y reparto de cromos que ya están en marcha, pronto se verá cómo hilan fino en lo que asignen a la educación pública. Apenas presente en los debates electorales -porque siempre tenían algo más importante de qué hablar-, llega la hora de las definiciones. Empeñarse en ganar o en tener razón son ambiciones plausibles, pero siempre derivan en opciones que es imposible simultanear en política: empeñarse en tener “siempre” razón es puro sofisma y nada vale el tancredismo. Pronto serán urgidos, una vez más, por criterios interesados en que la buena educación está siempre fuera de la escuela pública y en que el Estado ponga sus manos lo más lejos posible porque, entre otras cosas, “adoctrinaría” en algo que quieren exclusivo de las familias.

Sucumbir a esta tentación –sin mentar nunca el negocio de los colegios y su entorno añadido-  facilitará los posibles pactos que están en juego, y es muy probable que, más de un político, en su opción por “ganar y tener razón”, pronto repita que lo necesario se ha de llevar por delante lo principal. Pudiera resultar, pues, que el medio se imponga sobre el buen fin y que –por mucho que pueda decir a posteriori- no arriesgue su puesto para que la escuela pública tenga garantizada posición principal en la estructura del sistema educativo. Haber recitado en vísperas electorales salmodias distintas, no le impedirá loas a los particulares criterios de la concertada y, si sufre la igualdad, será que el guión de este juego de ajedrez da valor naturalmente asimétrico a  sus piezas. Comunidades habrá en que todo será  como en los últimos 13 años o peor. ¡Atentos!

Manuel Menor Currás
Madrid, 30.05.2019.

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