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miércoles, 3 de marzo de 2021

Memoria e Historia (Manuel Menor)

El desgaste de palabras  como “libertad” es arriesgado

Tras un año de pandemia, la fragilidad anímica es grande; sin sólida ejemplaridad democrática, el recuerdo del 23-F no es suficiente. 

Es el momento oportuno para releer Una princesa en Berlín, novela de Arthur Solmssen ambientada en la Alemania de 1922, en que se pueden advertir notables paralelismos con el momento actual. La pandemia de aquel momento era la inflación, tan alta que quienes entraban en algún establecimiento hostelero, según pagaran al principio o al final de la consumición, podían verse obligados a doblar el precio de lo consumido. Las otras pandemias que circulaban a su aire, se alimentaban del descontento, del hipernacionalismo, del miedo a la libertad y del odio al inmigrante, un conglomerado poderoso que, cuando apareció alguien con capacidad de moverlo a gusto, fue la base más adicta a la obediencia nazi. 

Editada en España en 1986, esta novela contiene avisos notables para navegantes de este presente, desnortados entre las dudas y la metafísica. Los tacticismos de unos y otros políticos, incapaces de dar la seguridad conveniente en las instituciones, solo favorecen la inestabilidad. En nada desaparece la inquietud, por ejemplo, con renegar del pasado, exacerbar los límites de la libertad de expresión y seguir diciendo, porque sí, que cuanto dicten los jueces es dogma inquebrantable. 

Pasado y presente 

A estas alturas de supuesta mayoría de edad democrática -y, según nos insisten, de una de las democracias más completas del mundo-, no cuela que un partido como el PP, que tanta historia tiene detrás, diga ahora que no tiene nada que ver con su pasado y que reinvente el presente. Parece indicar una fuerte conversión, pero con un arrrepentimiento tan indefinido entre la atrición y la contrición tiene un inclasificable mérito para el perdón de la ciudadanía votante. Todos tendrán muy presente que detrás de Bárcenas ya fue Naseiro, al que no condenaron por una minucia técnica que los jueces encuentran cuando quieren salvar a alguien. Está por delante, además, una inoportuna ristra de deudas y juicios que hacen difícil la creencia de corte radical con la corrupción que pueda representar el decir que ya no saldrán a la ventana de Génova 13 a saludar. 

Ni se sabe, de momento, que vayan a tener ocasión pronta para poder hacerlo en otro lugar; y mientras, se van sabiendo muchas otras cosas, nada interesantes para el fortalecimiento de la democracia, relativas al riguroso provecho de quienes han usado este partido como exponente de sus muy privados intereses. Cuando nos vendría muy bien alegrarnos de que siempre hemos tenido ahí un necesario partido liberal, razonablemente conservador, este PP dice renunciar a su pasado, como si fuese posible actuar sin memoria. Se ilumina así más la actitud que siguen sosteniendo ante situaciones de estricta memoria histórica de este país, y hacen muy inquietante saber en qué brazos se vayan a dejar caer sin pasado. 

Judicatura independiente 

Nos pasa también con muchas sentencias a las que siempre decimos  “respetar”; no faltaría más, pero la necesaria independencia que atribuye la Constitución a los jueces no conlleva que nos creamos el fervor del universo político por la tutela de su soporte organizativo y prescriptivo; ni conlleva, por supuesto, que creamos la supuesta equidad de sus sentencias, como si siempre fueran independientes de juicio y que, con más frecuencia de la conveniente, no hubieran sido dictadas amparadas en sus propios prejuicios.  Lo que sociólogos como Bourdieu llamaron “ruptura epistemológica” con saberes preestablecidos, no parece inquietar a muchos jueces en sus cavilaciones, y se amparan en la técnica procesal como garante de imparcialidad cuando puede ser una trampa de desatinos prejuiciados. Estos días, es representativa una sentencia que dará que hablar a quienes anden por despachos administrativos en que haya superiores pidiendo a sus subordinados trampas a todas luces discriminatorias con la supuesta equidad democrática. Lo de los másteres es el chocolate del loro, pero por este agujero se desinfla la confianza en el pacto constitucional, y se acelera la picaresca del sálvese quien pueda, de que tan poca ejemplaridad adicional hemos visto con motivo la vacuna anti-Covid.

Libertades 

Esta piedra de toque está siendo sacudida estos días de manera insensata, no menos, sin embargo, que otras veces en que se le ha dado leña a rabiar. El caso de este rapero catalán, justo después de las elecciones en su tierra, ni parece fortuito ni menos debiera ser indiferente. Trátese de la expresión de ideas, de la educación de los hijos, de la ampliación de cualquiera de los derechos recogidos en la Constitución, el de la libertad es uno de los significantes que pueden resultar más dañados si la racionalidad democrática –y no el bullicio más audaz- no es capaz de encontrar el tono adecuado. Antes de imponer cada razón particular como insuperable, cabe recordar que, como sucede con las cerezas, casi siempre son varias las que se arrastran al coger una; y tampoco se debiera olvidar que, como estudió Erich Fromm, el miedo a la libertad es el causante de precipicios insospechados, como el corte de las más preciadas. 

Manuel Menor Currás

Madrid, 22.02.2021

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