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lunes, 6 de julio de 2020

Reconstrucción (Manuel Menor)

El compañero Manuel Menor nos envía su nuevo artículo:



En Educación, Sanidad y Dependencia, mostraremos hasta dónde llega nuestra unidad de ciudadanos o nuestra particular selectividad

En momentos de “reconstrucción” se ve bien hasta dónde alcanza la supuesta caridad, solidaridad o beneficencia; hay quienes no quieren que todos –por el hecho de ser ciudadanos- tengan derecho a eso que llamábamos “Estado de Bienestar” . Ahora, en la “nueva normalidad”, no sabemos bien cómo llamarlo, pero cada cual, ante la “reconstrucción” exhibe sus proyectos.

A vueltas con la piedra filosofal
Esta pandemia, aparte de los problemas económicos en que nos ha metido, ha dejado la Educación bastante patas arriba; también lo ha hecho con la Sanidad y la Dependencia de las personas de la tercera edad. Las carencias institucionales han quedado al aire, y muchos profesionales –los que han arriesgado su tiempo, e incluso sus vidas- han empezado a pedir que se dejen los aplausos y  ditirambos; a la vuelta del verano, reiterarán su exigencia de que se abandone el ridículo declamatorio y se atiendan  las infraestructuras en que tienen que trabajar.

En medio de tanto lirismo estéril, también ha sucedido que se ha querido salvar la “función social” que supuestamente desempeñan cuantos, desde la iniciativa privada, han montado sus negocios en torno a obligaciones universales del Estado democrático. Para muchos gestores políticos, responsables sobre todo en las autonomías de tales competencias, esta es su  piedra filosofal o crecepelo que tienen siempre a mano, cuando no todo el monte es orégano y quienes mejor lo saben son los ciudadanos sufridores de los desaguisados que, con tan comodona gestión, causan al buen uso de los presupuestos de todos. De este tipo de empresas, nunca se nos cuenta dónde reside su parte rentable; todos sufrimos, sin embargo, retrasos cuando más nos hacen falta y, en muchos casos, una estricta discriminación acorde con el principio que consideran inalterable: lo que puede ser negocio no es asunto de justicia social.

Capitalismo extractivo es esto, del que estos políticos tienen la llave para dar concesiones y público cautivo a quienes consideran adeptos, normalmente empresas y grupos con los que tienen vínculos. En estos casos, el  soniquete de la “ideología” es una mala excusa por la que tratan por todos los medios –tienen muchos- de que los demás les den la razón y que no tengan “ideas” contrarias a las suyas. Creen que su doctrina es la “normalidad”, lo “natural”, y pretenden dotarla de tal prestigio  que valga para recriminar a cuantos piensen: ya piensan ellos por todos.

Construir
En El Conde Lucanor hay un hermoso cuento –muy didáctico- sobre el rey desnudo. Vale ahora mismo para esta “construcción”, cuando tanto puede ayudar la memoria; se puede uno acordar de cómo eran antes estos servicios, por ejemplo hace más de cincuenta o setenta años, y cómo no se dejó que fueran. Y se puede  documentar, al menos para no repetir monsergas como las que se vuelven a oír, cuando de lo que tratan es de vigilar y seguir controlando que no se descabale una situación privilegiada. Claro que también pueden seguir viviendo del cuento, hasta que la realidad deje al desnudo las vergüenzas que preocupaban a Don Juan Manuel en 1335 .

A todo se puede acostumbrar uno, incluidas las mentiras con que se trata de convencer a los demás de que lo suyo es la verdad y toda la verdad. En esa cadena, quienes menos pierden son los que viven de poner la cara por otros, tratando de sentirse superiores cuando sirven a los colonizadores de la vida de los demás, a gran escala o en pequeñas dosis, y frecuentemente en nombre de grandes principios de los que se sienten representantes exclusivos. Pero cuando con tales gestos resulta perjudicada la gran empresa de vivir que todo ciudadano lleva a cuestas, lo que hacen estos cipayos no pasa de milonga. Para desarrollar tan excelsos ideales, han de continuar detrayendo presupuestos del Estado para que no los invierta donde se necesitan. 

Es extraño que no sepan hacer el bien de otro modo,  cuando tanta necesidad hay de personas entregadas. Menos se entiende por qué han llorado tanto estos días por un reparto de recursos a la escuela pública. Confirman lo de siempre: que les parecieron siempre pocos los que les dieron, dada la autoestima por la alta misión en que andan. Pero si repasamos la historia de las subvenciones y conciertos educativos en España -no ya desde que Díaz Ayuso ha creado una Dirección general para atenderlos-, sino desde atrás, podemos ver su larga desafección con lo de todos. Vayan al Concordato de 1851 y mucho más atrás si quieren y lo verán; repasen las sucesivas etapas de Sainz Rodríguez, Domínguez Arévalo, Ibáñez Martín, Ruiz Giménez, Jesús Rubio, Lora Tamayo, Villar Palasí, Julio Rodríguez, Martínez Esteruelas, Carlos Robles, José Manuel Otero...., que han dejado selectivas huellas de sus afectos; vengan si quieren a  Esperanza Aguirre o Mariano Rajoy y Pilar del Castillo, y observarán que no hace falta llegar a la LOMCE de Wert o Méndez de Vigo: el repaso del BOE de todos esos años ofrece verdaderas joyas documentales para confirmar quiénes, después  de 1939 y del Concordato de 1953, tuvieron, en muchos tramos, la exclusiva del Ministerio de Educación; y  cómo hubo un tiempo, no hace tanto, en que la mayoría de los titulados “de las clases superiores” salían de sus colegios, y cómo repartían los abundantes recursos acordemente con su peculiar modo de ejercer una “función social”.  Doña Isabel Díaz-Ayuso tiene toda una cofradía de maestros maestros detrás de sus decisiones selectas.

A medias
 ¿Lloran por no querer renunciar a seguir protegiendo esta “su” herencia, incluso en la “nueva realidad”? ¿Que el 75% de los niños y niñas españoles se queden en segunda división no les parece mal, con tal de que su 25% de cuota educativa salga mejor parada? ¿De qué hablamos, entonces, cuando decimos que hay que “reconstruir”?

A este paso, por mucho que  la Covid-19 fuera vencida, los rebrotes del excelso pasado hundirán las expectativas de la mayoría ciudadana. ¿Da igual cómo esté escolarizada esa otra parte de niños y niñas: que no tengan medios, profesorado adecuado, espacios cuidados…, y buena integración de las enseñanzas On-line?  Si sobra con que todo funcione a medias, tanta avidez acaparadora, en exclusiva, no es lo apropiado para que la libertad y la universalidad de que habla el art. 27CE posible; pero es aburrido este ritornello que ya Mariano José de Larra, en su corta vida, tuvo tiempo de ver mucho, y le llevó a decir en 1834: ”Nosotros dejamos siempre algo que hacer para mañana. Nosotros dejamos las cosas algo oscuras para poderlas aclarar mañana. ¡Ay de aquel día en que no haya nada que hacer, en que no haya nada que aclarar!”.


Manuel Menor Currás
Madrid, 05. 07.2020.


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