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domingo, 20 de octubre de 2019

"El Procés y sus efectos educadores" (Manuel Menor)

Manuel Menor nos envía este artículo



Debería ayudar a revisar, por salubridad democrática, los significados que atribuimos a múltiples palabras encubridoras de otros daños.


Las  divergencias entre “rebelión” y “sedición”, que tan en vilo nos han tenido con la secuencia del procés, se han dejado a un lado para que la sentencia del TS saliera lo más unánime posible, con las aristas menores posibles para ser zarandeada a conveniencia. No evitarán, de todos modos, el cansancio acumulado en este largo año. Tampoco, que pueda aplicarse esa figura penal a otras acciones de protesta, como las que algunos desahucios provocan. Sería iluso, además, que esta sociedad se libre de conflictos con una sentencia. Que sea deseable la armonía social, no nos librará de la existencia de situaciones desiguales, a veces profundamente injustas. A dónde pueda llegar cierto hartazgo de cada vez más ciudadanos después de estos días de manifestaciones, violencia callejera, barricadas y una huelga política en Cataluña, no está escrito y más con tiempo hasta las siguientes elecciones.

Al hilo de esta sentencia, en que se invoca el artículo 544 del Código Penal, se advierten otras figuras delictivas que, además de ayudar a entender el diverso grado de implicación que hayan tenido unos u otros en el conflicto catalán, facilitan discernir el sentido de  otros comportamientos. Especialmente los tipificados con términos que merodean el artículo 27, tales como “Encubridor”, “Cooperador necesario”, “Cómplice” e “Inductor”. Relacionados aleatoriamente con los de otra lista ampliable en cuyo núcleo estuvieran: “Conspirador”, “Incitador”, “Inspirador”, “Provocador”, “Muñidor”, “Alentador” y/o “Organizador”, tendríamos  un conjunto  muy válido para personalizar muchas actuaciones que afectan a nuestras vidas.  La riqueza significante de los términos primeros adquiere significados que, más allá del rigor procesal de lo estrictamente penal, muestra el daño que hacen a una debida Educación social.

Hobbes
De la polisemia de esta especialidad basta ceñirse aquí a la ejemplaridad exigible a personas e instituciones representativas. La confusión lingüistica que a menudo emplean para ocultar inoperancia o corrupción, y salvarse a sí mismas  de incoherencias entre hechos y dichos, degrada la convivencia. Distorsionar y manipular es mala pedagogía que erosiona la lealtad de todos al supuesto contrato social que implica vivir en comunidad. Abandona a los ciudadanos y regresa al hobbesiano Homo homini lupus que, en 1651, sirvió para justificar el absolutismo político y, en nuestros días, distintos neofascismos.

De un tiempo acá, esta pedagogía social es especialmente notable.  Aburre mucho en la mano que mece el tsunami democrátic, como advierte Carmelo Encinas. El Govern de Torra en Cataluña ha tratado de confundir a catalanes y no catalanes  mixtificando el pacifismo democrático con múltiples actividades opacas que no han cesado desde octubre-2018 en sus pretensiones independentistas. Ni siquiera las duras imágenes que estos días de octubre han dejado en nuestra retina les han sacado de la ficción y “señuelo” en que estuvieron moviendo los hilos antes y después del 1-O. Las últimas declaraciones -las más institucional y la personal en una de las marchas que se habían organizado el día anterior- son más indicatorias de esquizofrenia política que de búsqueda de arreglo a un problema que, a todas luces, el President ha contribuido a desarrollar. Para colmo, este iluminado pretende culpar de las llamas  a “jóvenes infiltrados” a los que, absorto en sí mismo, nunca habrá visto.  El resultado es que, como muñidor del conflicto, aumenta el deterioro de su liderazgo institucional.

Hayek
En otro plano distinto en objeto, pero similar en lo que a erosión social y política representa, coincide Esperanza Aguirre declarando ante el juez del caso Púnica a causa de la supuesta caja B de su partido. Su metodología para lograr que su imagen de lideresa estuviera bien posicionada en los medios, choca con las exculpaciones que no es la primera vez que emplea poniendo por medio chivos expiatorios que ya no están por la labor. Independientemente de que sea sentenciada como culpable, los madrileños son testigos de cómo se ha movido siempre entre los escurridizos sinónimos indicados. Han visto cómo –desde antes de aquel sorpresivo Tamayazo en 2003- en el ejercicio de sus responsabilidades con los dineros de todos ha sido experta en anfibología: estar y no estar, ser la jefa y delegar, viciar los problemas y actuar a piñón fijo. La causa principal en que está investigada es si ordenaba  a sus colaboradores qué y cómo debían actuar,  o les dejaba tal autonomía que no sabe si la engañaban y nos estafaban. Sea lo que sea, los sujetos pacientes de su locuacidad no le perdonarán el uso perverso que hizo, sobre todo, de los recursos para Sanidad y Educación.  Su devoción por la preceptiva neoliberal ya la vendió en aquel manifiesto del Club Siglo XXI, en 1997, que señala Antonio Viñao. Por entonces, como comentó Javier Varela a propósito de su proyecto gafe de “las Humanidades” -en que tanto se publicitó-, esta “mujer de un solo libro desayunaba con Hayek por la mañana y recitaba por la tarde las virtudes de la privatización”.

Vida nueva
De similar cariz es que la revista Vida nueva, ocupada en laborar pro domo sua entre bendiciones celestiales, esté desconcertada por lo que, según dice, está sucediendo con la escuela concertada. Según sus cálculos empresariales, “es un ajuste de cuentas” que, desde 1985 acumule –es decir, que le debería pagar el Estado- un 25% de déficit respecto a lo que de los impuestos públicos se detrae para  financiar la escuela pública. Según el particular criterio de esta revista,  este desajuste es particularmente injusto por ser “la garantía de aulas en libertad”. Menos mal –añade- que “sobrevivimos por las aportaciones voluntarias de los padres”. Sin embargo, este recital de valoraciones y justificaciones no es nada original. Tiene una larga historia de que no se hacen responsables, lo que les da pie para seguir alentando, desde la instrumentación de las creencias de conciencia, una radical segregación entre Pública y Privada; y una vez más como portaestandartes de la libertad, eslogan que han manipulado prolíficamente desde la Restauración canovista, como ya en 1967 dejó estudiado Yvonne Turin .

La actual toma de posición eclesiástica –aparentemente neutral, pero con la presencia de la Religión en todas las aulas y los Acuerdos de 1979 respaldando todas estas exigencias- sigue pugnando explícitamente por que la Pública sea “subsidiaria”. Cualquier argucia proteccionista les vale con tal de tener una primacía educadora y que esté mejor sufragada por el Estado. Es su pelea histórica, la que vienen librando desde su “triunfo” político sobre las culturas anteriores al siglo IV. La misma de cuando -para que no aconteciera en España la separación que en Francia había tenido lugar en 1905- Pío XI escribíó en diciembre de 1929 la hoja de ruta en el terreno educativo: la encíclica Divini Illius Magistri. 

El muy controlado equívoco de esta apología del activismo incesante de los obispos desde sus colegios es perturbador, y más en estos días de crisis e inestabilidad. Su caridad no ha sido obstáculo para la compleja operación económica de una fundación controlada por el Obispado madrileño. FUSARA, para allegar recursos para un proyecto de Concertada,  ha dejado en la calle a 188 vecinos entre los que hay bastantes situaciones carenciales. Esta interferencia de motivos caritativos con asuntos de justicia, además de proseguir políticas decimonónicas, es incapaz de encubrir estrictos intereses contables. Es del mismo aspecto emprendedor que ha enseñado Iglesia S.A. inmatriculando a su nombre –solo de 1998 a 2015- casi 35.000 propiedades. Si en estos tiempos, más secularizados y poco “practicantes”, se preguntara alguien en esa corporación a qué se debe que crezca tan acelerada la secularización, tal vez descubriera que la falsedad de la hipocresía farisaica fue muy denunciada en  el Evangelio.

La doblez siempre está al acecho para sostener injustas desigualdades si peligra algún jugoso negocio. Para jugar a ser optimistas resueltos, hasta podemos hacer Flashmob.  Los y las activistas de Flo6x8 saben de qué van algunas de las grandes estafas que se solapan bajo solemnes palabras; con su cante tratan, al menos, de desmontarlas un poco.



Manuel Menor Currás






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