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jueves, 14 de febrero de 2019

"El presente educativo reformista es volátil" (Manuel Menor)

Reproducimos este artículo que nos envía nuestro compañero Manuel Menor

Antes de las elecciones, la LOMCE puede quedar intacta en lo sustancial; los otros proyectos de Celáa tendrán corto alcance.

A partir del capitalismo industrial, el presente-futuro se empezó a objetivar más: el tiempo era oro, contabilizable por reloj a cuenta del trabajo asalariado. Desde los años ochenta, el “tiempo universal coordinado” (UTC) delimitó mejor los 24 husos horarios que controlan las actividades de todos los humanos.  En cuanto a la percepción subjetiva de lo que acontece entre el nacer y el morir, la construcción cambiante del sentido de la existencia, según pasan los años, se agudiza y afianza en torno al “ser aquí y ahora” como principal razón que orienta todo intento de narratividad.

El gran carnaval
 En la cultura occidental actual, de todos modos, la mayoría de las actividades –especialmente las sociopolíticas- vienen urgidas por un presentismo que, incluso, pretende ser ajeno al pasado. Es la razón de los Museos de Arte Contemporáneo, en cuyas salas suelen exhibirse testimonios de la creatividad concomitante a los visitantes, reafirmada por múltiples actividades tendentes a implicar al espectador en directo. Es muy urgente, igualmente, para Casado,  quien, al asumir el liderazgo del PP, ha marcado distancias respecto a la corrupción de muchos de lo suyos diciendo que no tenía que pedir perdón por el pasado. En el ejercicio de la actividad política –marcada por la rueda electoral- lo habitual es que el presente sea lo que cuenta; práctica que suele incrementarse con la manipulación constante del lenguaje y el oportunismo para mellar las tácticas del contrario.

Para la prensa, también el presente es la razón de ser. Depende de cómo contarlo con provecho y, a veces, lo hace con criterios de coherencia y rigor. Otras, no tanto: el periodismo es camaleónico en sus formas, servidumbres y tecnologías, y más con la ductilidad que le prestan las redes sociales. En 1951, Billy Wilder ya dejó en El gran carnaval un despiadado retrato de la degradación moral que los medios son capaces de alcanzar en la construcción de relatos y “casos”. Y presentismo puro y duro, de dudoso carácter, es el que se ha podido vivir en el centro de Madrid el domingo día diez.  Las urgencias presentistas de quienes movieron esa convocatoria –o desde la prensa se aprestaron a que pareciera “independiente” su manifiesto- invocaron una España esencialista arrogándose la exclusiva de la interpretación de la Historia. Son los modos habituales de algunos medios, cuya línea editorial –como puede verse en una obra de Alberto Corazón para la Bienal de Venecia de 1976- es siempre idéntica: el abuso de la sintaxis, los gestos y las palabras por ver si controlan mejor el patio común.

¿Rerum novarum?
Otro ejemplo de presentismo social, importante para muchos, lo proporcionan los jerarcas eclesiásticos. Hoy, tienden a pedir perdón de algunos episodios, otros se los callan pero no abandonan su colonización peculiar del presente. Su tiempo eterno –al que suelen remitirse de continuo- no limita su avidez para plantear a las administraciones públicas constantes reclamaciones de ayudas, limosnas, óvolos, exenciones, subvenciones y conciertos para hacerse más accesibles a posibles interesados. Tan reiterado recurso tiene, sin embargo, crecientes problemas para sustentarse según avanza la secularización social. Desde que a finales del XVIII empezaron a perder privilegios, la calidad de su presente terrenal solo ha sido posible a cuenta de alianzas de conveniencia mediante instrumentos diplomáticos más o menos elaborados. En España, desde 1851 hasta hoy, los Concordatos y Acuerdos han tratado de dar la vuelta a las desamortizaciones. La declaración del IRPF pronto hará ver el presentismo más vital para los eclesiásticos al reverdecer la publicidad de la crucecita para la Iglesia. También el de quienes se pregunten,  si su situación económica ha sido disminuida por efecto de la crisis, cómo es posible que, en ninguno de esos años duros, haya bajado la aportación del Estado –aumentada con Zapatero al 0,7%-, mientras una parte significativa de los servicios sociales,  en Sanidad, Educación y Dependencia, se han ido privatizando dentro de la órbita de instituciones vinculadas a la Iglesia Católica. ¿La caridad de los obispos hacia  los pobres es mejor desde sus organizaciones privadas?

¡Lástima de presentismo eclesiástico! Hasta que a finales del siglo XIX se inició la institucionalización del Estado social, ni la caridad ni la beneficencia habían remediado los duros problemas de “la cuestión social”: hasta Cánovas del Castillo lo dijo públicamente. Por otro lado, lo que en este momento les es más acuciante no es Cáritas, cuyos principales recursos no proceden de los Obispos, aunque les valga como motivo publicitario. Su problema más grave procede del escándalo que los abusos de poder de su clero fiel ha producido, también en España. El paso por diversos tipos de internados y el autoritarismo de ciertos obispos han dejado huellas en muchas personas. Y en cuanto a la pederastia, ya se habla del 7%, proporción variable también según la fecha que se tome como referencia, pues la jerarquía católica tiene hoy mucho menos clero que en los años 50 y 60. Las peticiones de perdón probablemente se intensifiquen después de la cumbre pontificia del 21 al 24 de febrero, pero no arreglarán ansiedades y desesperación de quienes  han sufrido un descontrol tan vergonzante.

Enjalbegando
Tener delante estos presentismos –entre un sinfín de muchos otros- ayuda a entender las políticas educativas de este débil momento en que ha imperado un repetitivismo al que fuera suficiente con recuperar parte de lo perdido en el más reciente pasado sin mover las fuertes excrecencias del sistema. Tras ocho meses y medio, esta mitología reformista deja más palabras que hechos concretos. Trufada con alguna insatisfacción, no pasa de enjalbegado si no dispone de algún plan alternativo para erradicar, al menos, algunas de las sucesivas capas de barniz con que ha llegado al presente. Entre otras muchas, por lo no votado en el Congreso el día 13 tiene más actualidad la que se repetirá en la declaración de IRPF a presentar entre abril y junio de 2019. Entre las deducciones que se revisaron el 16.02. 2018, para la cuota íntegra figuran “por gastos educativos”: el 15% de los gastos de escolaridad, el 10% de los de enseñanza de idiomas y el 5% de lo adquirido en vestuario de uso exclusivo escolar. Como mínimo, unos 400 € por cada hijo/a, que puede ascender a 900 si hay “gastos de escolaridad”, sin que se especifique si corresponden a prestación de servicios o a donación, obligatoria o encubierta.

Cuantos sepan que la mayor parte de estas subvenciones  -unos 90 millones solo por este concepto- van a parar a clientes de colegios religiosos, se preguntarán  por qué, mientras los practicantes católicos disminuyen, estos escolares aumentan: ¿Qué servicio “pastoral” les presta su Iglesia, y a quién, con este instrumento?   Este gesto, contrario a toda distribución progresiva de las cargas impositivas, y similar en la práctica al de los incrementos de las privatizaciones y las ampliaciones de conciertos que se anuncian en Madrid y Andalucía, parece que vayan a quedar a expensas de las elecciones que se avecinan. Como buena parte de la LOMCE

 En definitiva, las crispadas urgencias del presentismo político ya están fagocitando, una vez más, las que necesita atender el sistema educativo; el capcioso debate de los PGE (Presupuestos Generales del Estado) ha mostrado lo endeble del  momento para demostrar, más allá de la retórica, el valor de la educación. Por si entre los proyectos de Celáa no hubiera un plan para utilizar los pocos días que queden hasta las elecciones en erradicar al menos algunas de las discriminaciones que, por colonización de intereses particulares, sufre el derecho a la igualdad educativa, al menos debería repensar –como los artistas del Barroco en sus vanitas- la fugacidad del tiempo perdido de este presente.

Manuel Menor Currás
Madrid, 14.02.2019

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