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sábado, 17 de noviembre de 2018

Desmontaje (Manuel Menor)


Se anuncian los primeros pasos para desmontar la LOMCE  

Retoman principalmente aspectos de valor simbólico, relevante sin duda, pero afectan poco a lo que demandan las instancias sociales implicadas.

Empiezan a clarificarse los objetivos principales que el equipo de Celáa entiende poder lograr en el proceso de revertir la LOMCE y recuperar un sistema escolar moderno y democrático. Si la política es el arte de lo posible, lo anunciado estos días pasados por el Ministerio evidencia al mismo tiempo las limitaciones que impone el ajustado número de votos parlamentarios, no solo para ir más allá sino también para dar cumplimiento real a este proyecto básico.

Del conjunto de medidas que se proponen es característica principal su coste relativamente bajo; por algo hay problemas con los PGE de 2019. Su valor ha de juzgarse más por la significación de cambio de onda. En este sentido, son de especial interés las decisiones respecto a una atención más personalizada del alumnado, el corte a los conciertos con colegios que segreguen por sexo, la reversión de los itinerarios tempranos en la ESO o asuntos como la supresión definitiva de las reválidas que establecía la todavía vigente Ley orgánica de Wert, cuestión, por otra parte, ya desactivada después de las múltiples manifestaciones en contra, antes de este Gobierno surgido de la moción de censura.

“Catolicismo biológico”
Tiene, en todo caso, especial interés la vuelta a reconsiderar el papel de la Religión en el currículo; que no tenga alternativa sustitutoria para quienes no la cursen y que su optatividad en Bachillerato no repercuta en el cómputo evaluador de las materias que cuentan en selectividad. Volvemos, pues, en buena medida al panorama anterior a 2013, cuando la LOE regía desde 2006 el panorama escolar. pero al mismo tiempo se mantiene un sistema de presencia curricular de las confesiones religiosas en el tiempo escolar que no es el vigente en Francia desde 1905. Algo hemos avanzado desde la Transición al suprimirse la obligatoriedad para todos, pero queda un largo trecho sin recorrer, en el que será crucial una revisión o denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede que, entre 1977 y 1979,  tejieron el oxímoron de una “aconfesionalidad” que se da de bruces con expresiones confesionales públicas, revestidas de sinrazones de todo tipo.

Jiménez Lozano hablaba ya, a la altura de 1966, de un “catolicismo biológico” que la Inquisición dejó marcado a sangre y fuego hasta la obsesión por la pureza de sangre, y que sería la base de un casticismo fundante de la identidad española, tan reivindicada por nuestros ortodoxos tradicionalistas. Esa sería la base de las sospechas, la expulsión e incluso el exterminio de lo otro y los otros. También, de cuanto desde la infancia y la escuela no esté regido por la superioridad del confesionalismo en el sistema educativo de todos. En esta contradicción andamos todavía y conste que el PSOE, en algunos de sus penúltimos actos públicos de carácter programático, había anunciado su intención de revisar este entramado jurídico que da sustento a la Religión –o a las religiones- en la escuela en plan catequético, que no cultural. Porque en Historia, en Arte, en Literatura, ningún profesor o maestro competente en la materia osaría renunciar a las vertientes de las creencias para explicar, contar y valorar las producciones artísticas entre las que discurren nuestras actividades.

En este campo curricular de la Religión y en el de otra área que de nuevo se anuncia, la de la Educación en los Valores Democráticos, seguirá más o menos latente, aunque no con el mismo vigor de otrora, una pelea simbólica que trasciende la importancia real de ambas áreas. La “Educación Cívica” de la LOE –conocida en el proyecto de 1983 de la Reforma de las Enseñanzas Medias como “Educación para la Convivencia”-  se retrotrae a los proyectos de la UCD, entre 1979 y 1981, cuando diversas circulares  y resoluciones trataron de asentar el “desarrollo de las enseñanzas del Ordenamiento Constitucional”, una responsabilidad que entonces se asignó directamente a los Seminarios de Geografía e Historia de los institutos. Esa necesidad de conocimiento explícito y tratamiento de valores democráticos compartidos solo puede ser combatida desde un fundamentalismo para el que el único sustento de este tipo de asuntos éticos sea el Catecismo del P. Astete. Hasta el tiempo franquista quiso tener su modelo en aquella “Formación del Espíritu Nacional”.

Un largo camino
Como cuestiones para cambiar lo legislado en la LOMCE, no es mal inicio. El problema es si nos metemos de nuevo en el bucle de las reformas y contrarreformas, como parece deducirse de lo que replicó Sandra Moneo a la ministra en su comparecencia última en el Congreso. Las de otros miembros del PP –el grupo político que siempre ha estado en contra de cambios educativos que no fueran los suyos, desde que eran AP- tampoco dan pie para lo que, con mucho optimismo,  han dado en llamar “pacto educativo”.  Una cantilena más, como la de la “calidad” y la Libertad de elección”, de que tanto alardeaba Esperanza Aguirre para inclinar decisivamente las políticas educativas hacia la privatización, como un negocio más.

El otro inconveniente es la inconcreción de aspectos que han sido muy demandados  por muchos colectivos en pro de una mayor exigencia democrática y de un deseable rigor en cuanto afecta al funcionamiento interno del sistema y sus trabajadores. Además de anuncios, habrá que poner en marcha mesas de negociación que den voz a los grupos, plataformas y sindicatos que han estado sosteniendo las reivindicaciones de lo importante frente a los recortes masivos que, desde 2008 ha sufrido el sistema, particularmente en su red estrictamente pública. Quedan levitando igualmente en el aire cuestiones como las que enfrentan competencias del Estado y de las Autonomías distorsionándolo tanto que más parece que tenemos una pluralidad desorganizada que una estructura sólida, igual para todos los ciudadanos.

Y queda, en fin, el ponerse a trabajar más allá de los puros cambios de legislación. Esa fe, si no está contrastada con lo que sucede en cada centro, no reforma nada y pretexta muy bien taimadas injusticias. Profundos desequilibrios están ocultos, incluso en centros que tienen mucha legalidad y carácter estrictamente público,  cuando todo se va en cumplir los formalismos: la pelea por la equidad va más allá de la ley, aunque esta sea necesaria. Lograr una educación de todos para todos es un proyecto de largo aliento, difícil de satisfacer con los leves retoques de un anuncio de proyecto de reforma. Atentos.

Manuel Menor Currás
Madrid, 15.11.2018

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