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domingo, 31 de agosto de 2014

'Carta abierta a toda la sociedad. Por el futuro de la Democracia' (Ángela Ramos Nieto)

Ángela Ramos Nieto (@am_ramosnieto) nos envía su artículo publicado en donperiodico.com:

Hace unos meses, publiqué un texto titulado Sin Educación y Cultura, la política es quimera. En él explicaba, haciéndome eco de las palabras de la gran maestra María Sánchez Arbós, la importancia de la Cultura y  la labor del docente como base para cualquier ejercicio de buena praxis política. La Enseñanza, en todos sus niveles,  ha vivido trece reformas legislativas desde el año 1970. En cada una de ellas, las pautas han sido marcadas por el Gobierno, sin una implicación directa de la comunidad educativa y, por tanto, sin  un proceso de contextualización que se adapte de una manera eficaz a la realidad de las aulas.

Por otra parte, España es uno de los países que más ha sufrido los recortes en el ámbito de la Educación, con las consecuencias que ello conlleva: más alumnos por aula, menor número de profesores, disminución de oportunidades para una atención correcta a la diversidad, menos dotación para material escolar y un largo etcétera. Ya subrayé en mi texto que estamos hablando del segundo país de la UE con menos alumnos en la Escuela Pública. Como consecuencia de lo que muchos consideramos un desprecio por la Cultura, cada día nos desayunamos con titulares que hablan de la emigración de muchísimos profesionales en busca de una salida laboral que no encuentran en España o de aquellos alumnos que  no tienen acceso a una formación universitaria, ya que no pueden pagar las tasas de matrícula. La tesis que defendía mi texto derivaba en la conclusión de que si seguimos fomentando un sistema que ningunee la labor del profesorado y que no tenga como base una apuesta real por la Cultura, fracasamos como sociedad. Y en ese ámbito, la Política se vuelve una quimera y la Democracia, solo un espejismo. Es imposible hablar de sociedad democrática mientras desmantelamos sus pilares: Formación,  pensamiento crítico y  Derechos Humanos. En mi anterior texto, también me refería a los muchos docentes que están siendo “depurados”, de manera metafórica, mediante la indiferencia administrativa, la agresión verbal o física y el silencio de los medios de comunicación.

Hace poco aparecía en prensa una noticia que tenía como protagonista a una diputada del Partido Popular, Ana María Aguiló.  El Instituto Balear de la Mujer  recriminaba a la diputada la utilización “de una campaña que comparaba al colectivo docente con los maltratadores utilizando la imagen de tres personas que sacaban tarjeta roja a los profesores como a los culpables de la violencia de género”. Así lo recoge textualmente El Diario de Ibiza. Isabel Llinàs, que representa a El Instituto Balear de la Mujer, dejó claro: “Se trata de una campaña emblemática a nivel nacional para luchar contra la violencia de género, que saca tarjeta roja a los maltratadores. Trivializar esto para atacar a cualquier colectivo no es correcto”. La publicación en prensa señalaba que otros cargos del PP. también criticaron con dureza  a la diputada. De igual manera, el portavoz de La Asamblea de Docentes, Guillem Barceló, aseguró: “Estamos hablando de una persona con responsabilidades políticas y este tipo de  acciones que incitan al odio pueden desembocar en situaciones  de violencia hacia los docentes”.

Ante la sorpresa e indignación de muchos, a esta misma “campaña” que establece un paralelismo entre el docente “que intenta politizar a sus alumnos” y el maltratador, se sumaba en su twitter personal el diputado del PP. por Alicante, Antonio Peral Villar.

Con mi actual texto, no solo quiero responder a ambos diputados, sino a la sociedad al completo. Por ello, expongo de manera desglosada por qué me parece una campaña aberrante, tal y como afirmé en su momento:

Se dirige a los padres para que actúen de manera directa en caso de que sientan que “sus hijos están siendo politizados”, pero  ninguno de los dos diputados define ni aclara qué entienden ellos por politizar. Con respecto a este punto, la RAE admite dos acepciones  para este término. Una de ellas dice así: “Inculcar a alguien una formación o conciencia política”. Si tenemos en cuenta esta definición, entiendo que la obligación de cualquier persona  involucrada en la Educación es fomentar una conciencia crítica que permita a los alumnos ser ciudadanos capaces de adquirir un compromiso político con la sociedad en la que viven. Por tanto, ni a los padres, ni a los profesores, ni a ningún integrante de la sociedad, se nos puede negar este derecho. Es más, pretender “criminalizarlo” constituye una aberración para cualquier docente que imparta clases de Historia, Literatura o Filosofía. En estas asignaturas es muy recomendable generar debates mediante la utilización de una gran variedad de textos, enfocados desde distintas perspectivas, para que al alumnado pueda tener información sobre  la sociedad en la que vive   ¿Por qué negarnos a los profesores este deber que, además, es un derecho de toda la ciudadanía?

 Por otra parte, y continuando la misma línea de El Instituto Balear de la Mujer, en un país en el que la violencia de género es una de las mayores lacras, equiparar cualquier  “hipotética mala praxis docente” con los asesinatos de mujeres es un insulto dirigido, no solo al colectivo docente y a las víctimas de la violencia de género, sino a la sociedad al completo.

 Otro aspecto importante de dicha  “campaña” se basa en “el sentimiento o apreciación” que puedan  tener los padres, que no están presentes en el aula mientras se imparten las clases, y a los que se incita para que se tomen la justicia por su mano en un momento en el que el índice de bajas por depresión, así como las  agresiones verbales y físicas  hacia los docentes, son elevadas. Al hilo de lo expuesto, se les confiere a los progenitores de los alumnos una categoría ética o moral superior a la del profesor. De igual manera, a ellos mismos se les otorga la capacidad de “ser jueces” de los docentes. Por tanto, se vulnera   el Artículo 24 de la Constitución  Española. A este Artículo, precisamente, se refiere el diputado del PP. por Alicante en uno de sus discursos. En el debate de Creación de una comisión en el caso Brugal, él mismo dejó claro, en esa ocasión, que era incorrecto ejercer la  política si se prescindía de dicho Artículo:

“Hay que dejar actuar a la Justicia para que haga su trabajo (…) No juguemos a ser jueces. Porque eso quebrantaría las normas de nuestro ordenamiento jurídico y de nuestros derechos fundamentales más básicos”. Antonio Peral Villar.

 Después de leer las palabras del diputado, sorprende, como mínimo, la incoherencia de sus discursos. Es ilógico que se ampare en el Artículo 24 de la Constitución para defender a su partido político y al mismo tiempo lo vulnere cuando se trata del colectivo docente.

El Artículo 24 de la Constitución española dice así:

Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos legítimos, sin que, en ningún caso pueda producirse indefensión.
Asimismo, todos tienen derecho al juez ordinario predeterminado por la ley, a la defensa y a la asistencia de letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia.

 Por todo lo expuesto, la expresión  “saca tarjeta roja al profesor”, deja entrever la supresión de mecanismos legales en el caso de que exista una mala praxis docente. Radicalmente distinto es el empleo de la misma expresión para los casos de violencia de género. En este otro ámbito, la tarjeta roja simboliza  la expulsión del maltratador de la vida de la víctima. Pero, ¿y en el caso del docente? Como ya he señalado, no se le confiere un trato  igualitario al profesor y a los progenitores del alumno, ya que son estos últimos los “árbitros”, con capacidad para expulsar al docente.  La función de arbitraje en esta “campaña”  no la realiza un juez, sino el propio padre. Por ello, también se incurre en el desprecio al colectivo jurídico del país. De igual manera, se vulnera  la presunción de inocencia del profesor, en el caso de que existiera indicio “de algún hipotético delito”, ya que, como he subrayado, se concede más importancia a “la percepción de los tutores del alumno”  que a la defensa que el docente pueda realizar de sí mismo.

Quisiera realizar una reflexión sobre la  afirmación que lanzó el diputado a cerca de la “presunta indefensión” de los padres ante la “utilización política del alumnado por parte de los docentes”:

El señor diputado demuestra, con esta reflexión, un enorme desconocimiento de la realidad de la Enseñanza en España. Este hecho, al igual que los mencionados antes, me parece gravísimo debido a la responsabilidad social del cargo que ostenta. Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos los profesores cada día es el de acercar a los alumnos a la lectura. Mis compañeros y yo sabemos que no es fácil. Invertimos muchas horas de nuestro tiempo en que los alumnos aprendan, fundamentalmente, a escribir y a leer. Queremos  que aprendan a acercarse a distintos libros sin prejuicios, independientemente de la ideología que pueda desprenderse de cada uno de ellos. Deseamos que conozcan, también mediante la lectura, que existen diversas maneras de entender y analizar la realidad.  Y en ese reto democrático,  ni queremos ni debemos estar solos. Porque el hecho de que un alumno aprenda a leer no es solo tarea de los docentes, sino de la sociedad al completo. Ese trabajo no solo comienza en la escuela, sino también en casa. Si todos nos embarcamos en el proyecto de fomentar la lectura, cualquier “utilización” o “manipulación política”, a la que hacía alusión el diputado, puede combatirse de una manera sana y eficaz.  Nuestros alumnos no son seres inferiores, incapaces ni desvalidos que necesitan la fantasiosa sobreprotección de unos padres a los que el diputado victimiza,  faltando así  el respeto tanto a unos como a otros.  Cuando un ser humano aprende a descubrir obras literarias, artículos de opinión, libros de Historia y textos filosóficos, tal y como  afirmó Virginia Woolf, “no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. Así que, aquellos que deseen de verdad una reforma de España háganse y hágannos un favor: Rechacen los recortes en la Enseñanza. Así, habrá más presupuesto para libros en nuestro país. Porque leer implica aprender a tolerar y rebatir otros argumentos, pero nunca   fusilarlos, aunque tengan connotaciones políticas que no nos gusten. Ya lo dijo el gran maestro Miguel de Unamuno: “Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee”. El desconocimiento,  la ignorancia, la desinformación y  la incultura nos hacen ver al otro como una amenaza. Y en ese bucle perverso, algunos han sabido encontrar la cabeza de turco perfecta: el docente.     

   Por último, dada la gravedad de la “campaña” que tanto Ana María Aguiló  como Antonio Peral respaldan, considero que la única vía coherente es solicitar la dimisión de ambos. Hago un llamamiento, por cuestión de justicia y de dignidad, a todas  las personas  que crean de verdad en la existencia de un estado democrático, independientemente de su ideología política. No es una cuestión de etiquetas: se trata de  la unión para la defensa de un bien común: la Democracia. Lo pido  para que ningún colectivo tenga que sufrir acoso o vulneración de sus derechos. Es imprescindible que algunos entiendan que  la política  es asunto de todos y que desempeñar un cargo dentro de ella conlleva un compromiso ético y legal que no puede, bajo ningún concepto, vulnerar la Constitución Española ni  los Derechos Humanos.  Confío en que mi petición llegue a muchos ojos y a muchos oídos. Es el futuro de todos el que está en juego.

Ángela Ramos Nieto. Profesora de Lengua castellana y Literatura. 

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