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jueves, 24 de mayo de 2012

"Batallas equivocadas"

A petición del autor de esta entrada en el blog La Ciencia Para Todos, Javier Fernández, reproducimos un artículo que nos conduce a la reflexión sobre las acciones que llevamos a cabo y sus consecuencias.

Batallas equivocadas


Os pondré este clásico de Richard Wiseman
Ahora que lo habéis visto y que sois conscientes de lo limitado de vuestra atención y lo fácil que es manipularla…. decid conmigo:
“Hola soy (insertar tu nombre) y soy manipulable”
Hoooolaaaa!! Te respondemos todos.
Espero que haya sido suficiente para convencerte, ¿o aún te crees eso de que “la audiencia sabe lo que quiere”, “eres inteligente”, “el consumidor sabe lo que le interesa” y demás?
Si funcionaron tan bien esos trucos, que quien te maneja incluso te convenció de que eres libre… vuelve a ver el vídeo, por favor, y sé un poco humilde. Te espero en el párrafo siguiente.
Ya estamos todos aquí de nuevo.
Bien:
1. ¿Cómo es la sociedad en la que vivimos?
2. ¿Cuáles son nuestros objetivos?
3. ¿Cuáles son nuestras acciones? ¿Sirven a nuestros objetivos?
Respondamos a la primera pregunta.
La sociedad en la que vivimos permite el dolor y la muerte de millones de personas en otros países o cientos de miles en el propio sin hacer nada significativo para cambiarlo.
La sociedad en la que vivimos llora, ríe y se manifiesta en la calle… por el fútbol, y no por la pobreza, la enfermedad o la muerte.
Vamos con la segunda pregunta
¿Realmente nos interesa cambiar el mundo, o es simplemente un discurso que elaboramos para quedar bien cuando nos vamos de cañas con los amigos?
Una manera sencilla de averiguar esto es mirar qué acciones, cuánto tiempo y cuántos recursos o dinero empleas para ello. Si no son muchas… puedes intentar engañarme a mí, pero no te engañes a ti mismo.
Si tenéis claros objetivos, pensadlos y apuntadlos ahora, los necesitaremos para el siguiente punto.
Tercera pregunta
Si tenemos objetivos claros, nuestras acciones tienen que ir en la dirección en las que los consigamos total o parcialmente, o bien nos acerquemos a ello.
Mediremos el éxito de nuestras acciones por la medida en la que consigamos nuestros objetivos.
Si todo nuestro trabajo por la paz es soltar palomas… pues eso, la paz sigue igual de lejos.
Nuestra sociedad es hoy en día egoísta e indolente, como un niño hedonista y malcriado. Nuestras acciones tienen que ser suficientemente fuertes para que provoquen o bien un gran avance de conciencia inmediato (bastante improbable) o bien que esos poderes que nos controlan se vean obligados a actuar para nuestro bien. Quizá en el futuro comprendan y cambien pero, desde luego, no tenemos ni el tiempo ni las ganas de esperar a que aprendan para que el mundo cambie, sobre todo la gente que muere o cae en estas crisis.
Y, ahora, hablemos por fin de batallas equivocadas.
Porque, sinceramente, me llena de esperanza y de desesperanza (respectivamente) ver la cantidad de energía, ímpetu y ganas de cambiar el mundo que se desperdicia en pequeñas batallas que no nos hacen avanzar.
Veo a una multitud llena de ganas de cambiar las cosas embarcada en una lucha que consiste en aguantar más horas en una plaza que las que la policía le dijo que le iba a permitir.
De acuerdo, imagina que ganamos, que estamos más horas… ¿qué hemos ganado? ¿Qué objetivo hemos conseguido?
NOS ESTÁN ENTRETENIENDO…
Así, en mayúsculas y en negrita. Nos hacen perder el tiempo y las energías enredándonos y disipando nuestras fuerzas en batallas que no nos llevan a ninguna parte.
Si algo es intolerable, no lo toleremos.
El “folclore” (digamos soltar palomas, vestirnos de colores, etc.) está muy bien, y yo participo de él también, pero no como la medida que va a conseguir mis objetivos, sino como la forma que tengo de explicarle al resto de la sociedad lo que estamos haciendo, las verdaderas acciones efectivas.
Nuestras acciones tienen que ser fuertes y decididas. Eso no significa que sean violentas, hay un espacio gigantesco entre cantar canciones y quemar contenedores, es ahí donde debemos movernos.
En concreto, como votantes, consumidores y ciudadanos, tenemos un inmenso poder, además de nuestro elevado número.
Hagámonos algunas preguntas.
1. ¿Qué partido político o sindicato podría soportar que se dieran de baja todos sus afiliados?
2. ¿Qué empresa podría soportar un boicot general a sus productos?
3.¿Qué gobierno podría seguir un día más si todos paramos ante una decisión intolerable que, en tanto que lo es, no toleramos?
Así de fácil, así de fácil… no quemo nada, pero tampoco me limito a cantar canciones… Así de fácil.
Puede ser que en este proceso nos encontremos con que en realidad no queremos o no nos interesa ese cambio del que hablábamos, o bien que las acciones folclóricas se han convertido en una forma de ocio para mucha gente y que han tomado sentido por sí mismas, en lugar de ser un medio para cambiar un mundo que no nos gusta.
Quizá de ahí viene la Falsa serenidad de la que hablábamos hace tiempo.
Dejadme que os diga lo siguiente… porque ya no podemos seguir mirando para otro lado.
El poder y la acción política no está en buenas manos, como debe ser evidente para todos, ahora es el momento en el que la gente de bien tome el poder, que ya tiene como conjunto, y lo ejerza para que el mundo sea un lugar mejor.
Pero para eso hay que actuar y de nuevo el lenguaje que tenemos que usar es el Pacífico lenguaje de los hechos

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