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sábado, 14 de noviembre de 2020

La mala calidad del aire en los centros educativos (Pablo Gutiérrez de Álamo para ELDIARIDELAEDUCACION.COM)

Reproducimos este reportaje de ELDIARIODELAEDUCACION.COM

  • Hace unas semanas se presentó un informe que ha monitorizado la calidad del aire en las aulas de los centros educativos. De media, solo el 16 % del tiempo que pasa el alumnado y el profesorado tiene la calidad óptima. Para determinar esta proporción se han tenido en cuenta la temperatura en el interior de clase, la humedad relativa y la cantidad de CO2.
En los últimos meses todo el mundo (o casi) ha oído hablar de los filtros HEPA, de la concentración de CO2 en el ambiente, de la importancia de la ventilación (cruzada, sobre todo) para mantener a raya el aire respirable o lo que son los aerosoles y lo «peligrosos» que pueden ser en el contagio de la Covid-19.

Pero nada de esto es nuevo. Prueba de ello es Proyecto de monitorización de colegios, realizado y publicado por la asociación PEP. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro que responde a Plataforma Edificación Passivhaus. ¿Y? Este passivhaus hace referencia a un estándar de construcción o rehabilitación de edificios y, dicen sus defensores, que es uno (si no el más) estricto de los estándares.

El caso es que durante el curso escolar 2017-2018, estuvieron recogiendo muestras de centros educativos públicos y concertados, de casi todas las provincias (fueron 36 centros en total); una muestra que, asegura su presidente, Bruno Gutiérrez, no es del todo aleatoria y ha pretendido responder a diferentes tipologías. Además de las comentadas, también hay centros más o menos antiguos y más o menos modernos, de grandes ciudades y de poblaciones pequeñas, en climas fríos y cálidos. Ninguno aprueba en todo el país, da igual en qué lugar se encuentre.

El estudio, que cuenta con 700.000 mediciones tomadas, se ha centrado en tres factores clave para el confort en las aulas: temperatura interior, humedad relativa en el aula y niveles de CO2 en el aire. La primera debe encontrarse entre los 20 y los 25 ºC; la segunda, entre el 40 y el 60 % y, en el último caso, la medición óptima es de 800 ppm (partes por millón), aunque no sería un problema que alcanzasen las 1.000 ppm. Es en este punto en el que solo el 16 % del tiempo en el aula (en la media) es de auténtico confort. El resto, o fallan temperatura y humedad o falla el CO2.

Entre los datos más relevantes se encuentra que, de media, solo el 16 % del tiempo todos los factores están en el lugar óptimo. Si solo se atiende a la temperatura y la humedad relativa, este porcentaje sube al 68 %; si se mira únicamente al nivel de CO2, este porcentaje se reduce al 32,4. Los porcentajes de calidad óptima del aire oscilan, según los climas del territorio, entre el 11,49 % y el 20,54 %.

Cuando a primeras horas de la mañana todavía la calefacción no ha obrado el milagro, hay centros en los que en ciertos meses las clases comienzan a 15 ºC. Con una buena medición de humedad relativa y, desde luego, muy por debajo de los 800 o 1.000 ppm de CO2.

A lo largo de la jornada, cuando la temperatura en el aula se va volviendo vivible gracias a la calefacción y a la ocupación de las aulas por alumnado y profesorado, los niveles de CO2 comienzan a subir, más o menos rápidamente, hasta que se alcanzan niveles muy superiores a las 1.000 ppm. Por encima de los 3.000 y, en algunos casos, de los 4.000 ppm.

Falta de concentración, cansancio, dispersión o, incluso, cefaleas se encuentran entre los problemas causados por un excesivo nivel de CO2 en el aire en un interior. Da igual que sea un aula o una oficina. Enrique Bassat, pediatra y epidemiólogo asegura que la exposición a este gas tendría que ser mucho mayor para provocar problemas importantes a medio o largo plazo en chicas y chicos, para ser realmente tóxico. Pero, esos síntomas primeros, dice, «impactan a largo y medio plazo en el rendimiento de los niños». Aunque asegura que no existen estudios sobre la relación causal entre estos niveles de CO2 y los resultados académicos.

La medición del CO2, recomendada por el Ministerio de Sanidad y que algunas comunidades autónomas se plantean realizar en los centros educativos de sus territorios, no solo es un buen indicador sobre el nivel existente de este gas en el aire que respiramos, sino que en general, nos da una foto de la necesidad de ventilación de un espacio. Ventilación que puede ayudarnos a quitarnos de enmedio a la Covid-19, al CO2 y a una larga lista de partículas que flotan en el aire y que pasan desde el polvo hasta los adhesivos o barnices utilizados en la fabricación del moviliario escolar. De ahí la importancia de conocer estos niveles.

Qué recomiendan
Desde la plataforma PEP apuestan por una importante inversión en la rehabilitación de los edificios educativos. Existen en el registro de centros unos 28.000 en todo el país, entre públicos y privados. Tienen claro que esta acción no puede hacerse de golpe y que supone una intensísima inversión que no es posible en todos los casos. Pero si se plantea a medio y largo plazo, supondrá importantes ahorros en costes como el de las calefacciones. Además, significaría un gran ahorro en la emision de CO2 a la atmósfera. Y, en definitiva, mejoraría, por lo menos, la calidad del aire que respiran alrededor de 8 millones de estudiantes de todas las etapas educativas.

En estas rehabilitaciones totales, el presidente de PEP, afirma que habría que realizar acciones de aislamiento de los edificios con el exterior (paredes, carpintería, etc.) e instalación de mecanismos de ventilación mecánica con recuperación de energía (de calor o frío en cada caso), principalmente.

Se pueden hacer algunas de estas acciones por separado, asegura Bruno Gutiérrez, pero tendría una menor efectividada y podría generar efectos no deseados. Ejemplifica con la posibilidad de instalar aislamientos en las fachadas y no intervenir en la carpintería y la cristalería de las ventanas y las puertas. Explica la posibilidad de que, haciendo esto, se genere un mayor nivel de condensación, lo que podría provocar la aparición de moho, cuyas esporas no deben ser respiradas.

Quitando las posibilidades más peligrosas, lo que pretende explicar es la importancia de poner estos proyectos globales en marcha por las ventajas que suponen. Según los cálculos que han realizado mejoraría la eficiencia energética de los edificios hasta el punto de que el coste por metro cuadrado de la calefacción sería de un euro. En palabras de Pedro Mariñelarena, vicepresidente de PEP, en la rueda de prensa de presentación del informe, podría suponer ahorros de unos 30.000 euros anuales para los centros educativos. Solo hay que multiplicar esta cifra por los 28.000 centros existentes. Cientos de millones de euros que podrían invertirse en otra cosa.

Desde PEP propugnan por la utilización de ventilación mecánica con recuperación de energía (de calor o frío, según el caso). Se trataría, por una parte, de obtener aire del exterior del edificio, por un solo conducto, que se repartiría por todas las estancias. Al mismo tiempo, el aire de los interiores haría el viaje inverso, renovándolo y haciendo que las partículas más o menos problemáticas (en estos tiempos, la Covid-19) salieran. En un punto del camino de entrada y salida, explica Bruno Gutiérrez, ambos flujos se cruzarían (sin mezclarse), de manera que el de salida aportara calor al de entrada. Este sistema, asegura, supone la recuperación de entre un 80 y un 90 % de la energía (calor o frío).

Bassat tiene claro que acometer estas transformaciones es complicado y caro, y plantea la posibilidad de que las administraciones realizasen programas relativamente similares al renove que muchas ciudades han realizado a lo largo de los años para la rehabilitación de fachadas y edificios antiguos.

En este sistema de ventilación mecánica es posible instalar filtros de aire con los que eliminar, en su caso, partículas y agentes infecciosos y sería más eficiente que la colocación de filtros HEPA en todas las aulas. Estos funcionan haciendo circular el aire continuamente en una estancia y filtrándolo lo que, según los defensores de la ventilación mecánica, podría dar lugar a que no se filtrase todo el aire.

Experiencia
En España, el colegio El Garrofer, en Viladecans (Barcelona) ha realizado una rehabilitación siguiendo las prorrogativas de passivhaus. No solo eso, el Ayuntamiento de la localidad pidió un monitoreo de la calidad del aire después de la obra, y también del nivel de consumo de electricidad y gas.

Los datos, recogidos en la página web de Energihaus son impactantes. Se ha realizado en seis de los espacios: cuatro aulas, la biblioteca y el comedor de la escuela. Según sus mediciones, anteriores y posteriores, se ha conseguido un ahorro de un 90 % en el consumo de gas para calefacción tras las obras de rehabilitación. Eso sí, con un ligero aumento del consumo eléctrico, de un 5 %, debido al sistema de ventilación controlada instalado, aunque insisten en que con algunas calibraciones se pueden conseguir importantes ahorros también.

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