En
la Política, Aristóteles distingue
entre “voces” y “palabra”. Aquellas aun las producen los animales. Esta es propia
de los humanos en democracia.
En lenguaje coloquial, “coger el rábano por las hojas” es fijarse
en lo colateral y secundario en vez de atender a lo que se esté hablando. Es
frecuente usar la expresión para referirse, no solo a cuando alguien interpreta
equivocadamente el sentido de lo que se esté diciendo, sino sobre todo, si se
advierte que lo hace a conciencia, para tergiversar y torcer la atención de la
conversación o debate hacia una interpretación habitualmente ajena al hilo
argumental, interesada en desviar la atención del resto de oyentes, falsificar
la palabra y propiciar el griterío.
Versión híspida
Esta versión es la que salió a relucir el día siete en un programa
de la Cadena Ser en que Cayetana Álvarez de Toledo tensó una entrevista de Ángeles Barceló. A
cuenta de la expresión “jauría”, se hizo la víctima al sobreentender que se la
hubiera llamado “perra” a ella misma cuando, en realidad, se le estaba
sugiriendo el significado de “conjunto de quienes persiguen con saña a una
persona o un grupo”, más propio para referirse a las demostraciones de la gama
política conservadora frente a la
coalición que se estaba formalizando para constituir Gobierno. Desviar la
atención hacia sí misma –sabedora de su prosapia- podría pasar por afrenta a su
ofendida dignidad. Centrarse en lo que se estaba comentando significaba meterse
en las razones de una línea política que no quería desvelar. Le iba mejor el
perifollo mediático que ponerse a explicar una estrategia dialéctica poco leal
con el adversario.
Es de destacar cómo Aitor Esteban, en la sesión del Congreso del día siete entró a darle
la vuelta a ese eje argumental de los socios políticos de Adriana, consonante
con la falsa lógica de coger el rábano por las hojas a conciencia seleccionando
sistemáticamente cuanto converja en el
desprecio frentista y que, a base de combinar lo implícito y lo explícito, parezca
siempre tan razonable como el que acabó con Sócrates en el 399 a.C. El diputado vasco puso
en evidencia cómo, mientras mentaban la supuestamente ofendida dignidad del Rey
para ilegitimar la pretensión del candidato a ser investido como presidente, al
mezclarlo con recuerdos de ETA y agravios a una Unidad de España perdida, ese
argumento, de ser verdad, perjudicaría gravemente a la Corona, pues en su
nombre se debatía si se investía a la persona que proponía. Isabel Díaz-Ayuso,
pese a ello, parece dispuesta a encabezar –“con todos los medios", según transcribe La Razón- la batalla contra el “Ejecutivo radical de
izquierdas” (sic).
Es habitual que las estratagemas de la herística política se
ejecuten escalonadamente, con variados actores bien distribuidos en el tiempo
para su desarrollo. Presuponen equipos técnicos entrenados para su detallada
construcción y una envolvente propagación posterior a base de repeticiones sin
cuento en los medios afines a la línea editorial a posicionar. Después, cuando se
ha analizado y sopesado que la especie a difundir haya cundido entre
destinatarios apropiados, es el momento del golpe de mano al adversario,
convertido en enemigo a batir. Desprestigiado en las conversaciones del día a
día, vendrá al caso, incluso, la oportuna convocatoria electoral. Quien la
ejecute tendrá ventaja si ha logrado mostrarse a sí mismo y sus cazurros pactos
como excelentes. Sucedió con el Brexit y había sucedido en la elección de Trump. En Madrid –punta de
lanza en los ensayos neoliberales del PP, sobre todo en los últimos 16 años-,
no se olvide cómo fue el “Tamayazo”, ni su duradero efecto en la Comunidad y
ayuntamientos como el de la capital. Lo que muchos observadores tienen
acumulado, sin contar lo que los casos de Gürtel y Púnica acaben haciendo más
público sobre el abuso político de Redes y medios, da para un buen máster sobre la prepotente
gestión del rábano por las hojas
En Sanidad, estos días estos días vuelve a salir a la luz cómo, después
de un empleo de 80 millones adicionales en los tres años pasados, las listas de espera
quirúrgicas apenas se ha reducido, dado el deterioro a que el continuo coger el
rábano por las hojas durante 16 largos años ha conducido al sistema público en
esta Comunidad. Y en Educación, sobrada documentación muestran las hemerotecas
y, sobre todo, los archivos de sindicatos, asociaciones y plataformas diversas
sobre actuaciones y reclamaciones que, en su gran mayoría han sido despreciadas
cuando no perseguidas por quienes están empeñados en ir a las hojas y no al rábano de una “calidad
educativa” tan selecta como esclerótica, y a una “libertad de elección” que desprecia al 54,29% de la población escolar.
Malas pedagogías
Coger el rábano por las hojas es, pues, ejercicio político de
primer orden que, en situaciones más o menos apuradas, los menos escrupulosos
suelen ejercitar a riesgo de que, cuando es muy continuado, pueda convertirse
en cáncer mortífero. El desdén que a muchos ciudadanos suele producirles la
política y que, por falta de ejercicio, confusión y miedo, no quieran hablar de lo que les incumbe como si de algo muy malo se
tratara, es uno de los efectos más buscados con esta pedagogía. El otro -que ya
estamos viendo cómo reverdece- es que cualquiera que tenga algo de verborrea, desenfado
y bastante cara –que ante el espejo se sienta inspirada por alguna divinidad-, enseguida
cosecha adeptos a sus reivindicativas doctrinas. Da igual que hayan sido
nefastas: en grupo, se sienten cada vez más fieles a quienes les guíen hacia
los años treinta del siglo pasado, felices con quienes les vocean consignas
mientras, como dijo Lakoff, les hacen pensar en un elefante.
Bien podría suceder, por tanto, cuando acaba de constituirse una
Coalición de Gobierno, supuestamente de “progreso”, este ambicioso término se convierta
en otro mantra en que se repita el mismo vocerío de coger el rábano por las hojas
sin que la ciudadanía pueda catar de verdad la capacidad salutífera que la
palabra pueda tener en su parte sustantiva. Los antónimos y sinónimos ya están
disponibles en la Real Academia para agudizar la inestabilidad. Independientemente de las dificultades que la
limitación de escaños sumados el pasado día siete en el Congreso confiere al
nuevo Gobierno, hablar ateniéndose a la acepción más propia de las palabras y decisiones
habrá de ser la primera regla a respetar si no quiere decepcionar a la
ciudadanía que confía en su programa. No hay atajos. La corrupción de la
palabra es el inicio de otras muchas, como nos enseñó Jesús Torbado en una novela homónima de 1965.
TEMAS: Palabras y promesas políticas. Coalición progresista de Gobierno.
“Tamayazo”. Sofismas. Corrupciones semánticas.
Manuel Menor Currás
Madrid, 10.01.2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario