¿Se derogará pronto la
LOMCE?
Es un alivio solo
pensarlo, aunque lo que se oye y ve en el Parlamento no difiera mucho de lo que
puede leerse en muchos whatsaap esquizofrénicos.
En la penumbra clásica
Lo recuerda Jesús Parra,
filósofo atento a preguntar si es posible la política sin ética, trayendo a
colación, entre otros, a Aristóteles, Cicerón y Plutarco. Al estagirita
(384-322 a.C) en su Ética a Nicómaco,
en que decía que “no se enseña ética para saber qué es la virtud, sino para ser
virtuosos”: no parece haber tenido éxito. Sobre todo, si al tiempo que se les
oye y se les ve actuar, se quiere entender de qué nos hablan actualmente
nuestros parlamentarios cuando, tratando de currículos escolares, exigen que
trate, y muy intensamente, la “Religión”, “los valores” o, en plan más laico,
una “educación para la ciudadanía”, la
convivencia u otra actitud política.
Parra, como si se dirigiera a
quienes hubieran estado haciendo un prácticum
en el parlamento en días recientes para un máster de acreditado prestigio,
también trae a colación a Plutarco
(45-127 d.C.), quien dejó dicho en sus Vidas
paralelas que “el hombre es la más cruel de todas las
fieras, cuando al poder se une el poder sin virtud”. Y no olvida al Cicerón
(106-43 a.C) que tanto había denostado al corrupto Verres alegando que “cuando los
políticos no se rigen por la ética, son como hienas a la caza del poder”. Ya en
esta línea, cabría mentar el pesimismo de Hobbes (1588-1679), escéptico con el homo homini lupus, reclamando la
necesidad de uno fuerte para conducir la res
publica. Una secuencia nostálgica, de apelación constante a la seguridad
del más brioso, que ha encontrado en los últimos cien años mil apelaciones para
traspasar lo que no es democracia y que, ahora, quiere encontrar en las Redes rencorosos
destinatarios, pagados de sí mismos.
En el día a día
El problema es que no reparan
siquiera en el panorama en que nos movemos, probablemente porque les favorece.
La celebración del Día Internacional de la Violencia contra la Mujer, hoy 25 de
junio, debería alertarnos de cuánto, a diario, se traspasa esa línea de la
igualdad de trato en los hogares, los lugares de trabajo, los espacios de ocio
y tiempo libre, la publicidad gratuita y, para que no falte nada, incluso en
los ámbitos de la escuela y de los hábitos instituciones religiosas que, sin
comprometerse con la igualdad de los Derechos Humanos, se precian de
caritativas. Espacios todos en que la violencia del más fuerte, la imposición
no solo física sino también psicológica y simbólica, se conjugan para causar
daños, irreparables muchas veces, a personas tan dignas de vivir en el mundo
como cualquier arrogante chulesco o más.
En esta línea de quitar hábitos
innecesarios para convivir, es valiosa la noticia que llega del parlamento
gallego suprimiendo a las niñas la obligación del uniforme de falda. Una noticia escolar, al fin,
de alto valor social, que viene a poner en su sitio a tanto partidario de lo
estéril, los decimonónicos distingos entre colegios de niños y niñas y obliga,
de paso, a repensar qué pasa con la supuesta “libertad” educativa o, sobre
todo, con el negocio de las subvenciones y conciertos al circuito privado del sistema educativo, tan
protegidos en algunas Comunidades. Ahora que en Galicia han encarado que el
hábito no hace al monje, también sería coherente que se abandonaran en todo el
Estado que dinero público pague la segregación escolar –que la LOMCE todavía
protege- ampliando la negativa a quienes en cualquier ámbito del sistema
educativo no pasan del código binario de
hombre/mujer. ¿Qué pasa con las demás modalidades de ser o sentirse humano?¿Cómo
se denigra o posterga a los diversos del canon patriarcal? ¿Qué atención les
presta nuestro sistema educativo?
Postergación y preeminencias
existen en una buena parte de la educación española, estructurada de entrada
–pero no gratuitamente- en pública, concertada y propiamente privada. Y de
añadido, en la acordada bajo el paraguas de los derechos de la familia, una
manera de imponer criterios ajenos a los derechos del menor, ajenos a que los
niños y niñas tengan una infancia libre de presiones adoctrinantes, también en cuanto
a modelos de sexualidad cuya “naturalidad” se envuelva en razones muy diversas.
Hablaba Casado hace poco de los inmigrantes que no se atenían a nuestras
costumbres. Tal vez entendiera que los islámicos, por ejemplo, son muy
distintos de los unificados como cristianos por los Reyes Católicos en el siglo
XV. De poco vale, sin embargo, ocultar que estos colegios y quienes les
privilegian siguen pautas similares, anclados en el dogmatismo “de la verdad”
de que hablaba Pío XI en la encíclica Divini illius Magistri (1929), y ajenos
a cualquier otra consideración que no coincida con su pulcritud de criterio.
Prueba evidente es que, por más
que ahora hablan de “diálogo”, a muchos obispos les puede el subconsciente cuando hablan de varones-varones
para el ministerio eclesiástico. No solo ajenos a las mujeres –in ecclesia taceant-, sino también a
otras variedades genéticas del ser humano que ha tenido la Iglesia católica
siempre en su seno por más que la Biblia
no hubiera estado muy atenta. Solapar y ocultar por razones de supuesta
supremacía epistemológica, falso prestigio o, también, como pretexto para
achacar delitos de pederastia a quienes per
se no les corresponde, como mínimo es de hipócritas, una especie que en el
Evangelio original no queda bien parada.
Derogación LOMCE
Entretanto, es de celebrar que
el equipo de Celáa haya sacado a relucir expresamente su intención de derogar la LOMCE, y no tan solo un tanteo con algunos aspectos “más lesivos” de
los derechos que esta ley tan promovida desde muchos sedicentes liberales, más
carcas de lo que pregonan, ha conculcado. No hacerlo hubiera sido una ofensa a
cuantos en estos penosos años han resistido –en la Comunidad de Madrid algunos más
que en el resto de España- los empellones de los plagiarios de Margaret
Thatcher. A los ojos de muchos ciudadanos y ciudadanas han actuado
contrariamente a lo que en 1978 llegó a ser la Constitución de todos y todas.
No hay quorum suficiente para revisar el artículo 27CE, por ejemplo, o los Acuerdos tan ambiguamente
constitucionales que Marcelino Oreja gestó entre 1977 y 1979 con el Vaticano, pero
se debería, aunque solo fuera para fortalecer los derechos de los menores no
dejándolos al arbitrio de tanta prepotencia equívoca que no acaba de
desaparecer del horizonte.
Manuel Menor Currás
Madrid, 25.11.2018
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