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sábado, 12 de abril de 2014

"Enfoque radical e inclusivo de la formación" (Agustín de la Herrán Gascón)

Hemos recibido un artículo de Agustín de la Herrán Gascón que nos anima a reflexionar sobre la importancia de la educación y de la conciencia:

De la educación depende, en gran medida, lo que se cosecha social e individualmente. El sentido de la educación coincide con el sentido de la propia sociedad. Corren malos tiempos para la educación. Decimos ‘educación’, no escolaridad. La educación es la clave no sólo para progresar, sino sobre todo para evolucionar, que incluye el desarrollo pero que no se queda en él. La educación hoy no es entendida. No la entienden quienes la gestionan. Con frecuencia no es comprendida tampoco por quienes la ejercen. En gran medida, damos palos de ciego, actuamos por tanteo y ensayo. A veces lo que se hace en contextos escolares e informales no debería llamarse educación. Falta conciencia sobre todo lo que hacemos. Pero sobre todo falta conocimiento acerca de lo que sostiene y orienta lo que hacemos. Se precisa, aunque no se demande con diafanidad, una nueva Pedagogía que, en un país tan atrasado internamente como el nuestro, permita crecer y madurar y exportar al resto de la sociedad lo mejor que sabe hacer: ayudar a construir humanidad a través de la formación.

Hoy la escuela –desde la educación infantil (o educación superior) hasta la educación universitaria- tiene las manos atadas. La educación está instrumentada. Es el vagón de cola social. Es causa de una gran estafa social. Se gestiona desde una ignorancia ignorante de sí misma, se utiliza para la parcialidad, para finalidades no pedagógicas. La escuela está cuajada de trabajadores de la enseñanza. No ha habido nunca tanta calidad condicionada, tantas ganas de hacer y tanta frustración a la vez. Desde esta coyuntura, hay que mirar más allá del horizonte. El horizonte sí cuenta en educación. Quienes mejor lo ven son los maestros, a través de la mirada de sus alumnos. Un gran problema de la educación es un problema de mirada, es un problema de horizonte. Por tanto, es un problema de conciencia, comprendida, como la definía Damasio, como la capacidad de darnos cuenta de la realidad a través del conocimiento. Esta conciencia es imprescindible -aunque también sea insuficiente-. Ya nos lo advirtió Sócrates: la clave es el conocimiento, y los errores humanos son todos causados por ignorancia.

La escuela necesita visión y espacio. No necesita que se le cierren caminos. Tampoco debe cerrárselos ella, entramparse, adoctrinarse, so pena de dejar de promover educación. Además, debería escuchar aquellas necesidades educativas sociales que no se demandan. O sea, percibir lo que subyace a lo que hacemos y a lo que estamos dejando de hacer y construir. Y preguntarse por aquello que sostiene y nutre lo que se promueve. Una inmersión radical se orienta más allá de sí misma. En este contexto, se traduce en comprender lo que podría ayudar a una sociedad mejor, más democrática, más lúcida que la actual y las pasadas. A tal fin, con la idea de que las siguientes razones puedan ser de aplicación a la formación de cuantos más profesionales de la enseñanza de todos los niveles y a nuevas investigaciones de pedagogos u otros investigadores de la educación, se escriben estas líneas.

Se parte de la hipótesis de que la formación se percibe sólo superficialmente. Por eso no se comprende en absoluto. Este trabajo pretende evidenciar insuficiencias y alternativas epistemológicas a la formación, y definir un sistema teórico con base en la conciencia. El gran problema de la educación no es práctico, sino teórico. Es una actividad humana considerablemente desorientada. Sólo en segunda instancia es práctico.  El desarrollo de la propuesta se apoya en una dialéctica destructiva con una desembocadura constructiva. Se aportan resultados reflexivos desde un contraste permanente con literatura relevante del discurso pedagógico convencional. Las conclusiones básicas son que los paradigmas consensuados y el de la complejidad, y el enfoque de profesor investigador práctico-reflexivo, la mejora desde la práctica, la indagación, la formación cortical del profesorado, etc. son bases insuficientes para la formación. La formación requiere considerar cinco constructos pedagógicos inusuales y a la vez ancestrales, con todas sus implicaciones educativas y sociales: la conciencia, el egocentrismo y la mala praxis docente asociada, la madurez personal, el autoconocimiento y la comprensión de una humanidad en evolución como entorno propio de todo ser humano. La investigación fundamenta un cambio en Pedagogía basado en la conciencia para mejorar la enseñanza radicalmente. En el último parágrafo se incluye el PAEC, un instrumento de autoevaluación de la conciencia docente, aplicable a personas y a instituciones educativas.

Agustín de la Herrán Gascón



DESCARGA EL ARTÍCULO COMPLETO AQUÍ: http://www.rinace.net/reice/numeros/arts/vol12num2/art8.pdf

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