Notoriamente
distintos entre sí, los días 24, 27 y 29 de octubre han evidenciado tensiones importantes,
incluso en el PP. A causa, sobre todo,
de un estilo de gobernar ensimismado.
Lo
del día 24-O no ha sido –según voces gubernamentales- una huelga contra la LOMCE,
sino por otros asuntos particulares del profesorado. Contaron tan sólo lo que
en su opinión contaba. De no haber otros testigos ni esas cuestiones hacia las
que desenfocar la atención, no habrían existido
ni la huelga ni las manifestaciones de aquel día.
En la calle, de
hecho, no estaba esa “inmensa mayoría silenciosa” que, según alardea el
Gobierno, le respalda. Era imposible que estuvieran físicamente todos los
ciudadanos y, además, no estaba casi ninguno de los que hace pocos años
clamaban en la calle por “la libertad de
educación” y por otras asuntos “esenciales”. Tampoco parece que estuviera casi ninguna persona de las que, a los tres
días, “se manifestaron” o “concentraron” contra la sentencia del Tribunal de
Derechos Humanos de Estrasburgo… ¡Aquellas de hace unos pocos años sí que eran
manifestaciones! -debió recordar algún añorante. Una de ellas había sido vista por el propio
Rajoy, entonces en la oposición, como “el día más bonito” de su vida política,
cosa que ahora mismo no ha podido decir. Contradicciones de la razón de Estado.
Entre los manifestantes del 24-O nadie
vio, desde luego, al Sr. WERT o a
alguien de la Conferencia episcopal. Pese a los signos que pueda emitir el Papa
Francisco, nadie atestigua haber visto las pancartas de beneméritas organizaciones empeñadas en
educar a gente “selecta”. Ni menos las de los líderes de la omnipresente CEOE,
tan interesados en la adecuada y flexible adaptabilidad de todos a sus tiempos…
Tampoco se nutrió del colectivo de profesores “responsables”, ni acudió a ella,
que se sepa, algún despistado director/a de instituto, digitalizado desde sus
comunidad autónoma para contabilizar a quienes hayan tenido arrestos para
sucumbir a aquella convocatoria y apandar con el mal de ojo consiguiente. No
consta, asimismo –eso sí que lo podría jurar cualquiera, sin falso testimonio-,
que en el entorno madrileño de la Sra. Fígar, se hubieran reunido aquella
mañana sus fieles para salir a denostar, maldecir o recriminar a los
legisladores por algún controvertido artículo de esta LOMCE que fuera a romper
algún consenso social o nos retrotrajera a un pasado paleontológico.
Cualquiera que conozca bien el mundo de
los primates y las especies en peligro de extinción –como la Sra. Gomendio,
avalada por casi doce años en el Museo Nacional de Ciencias Naturales
(1993-2003)-, sabe que todo lo demás no es suficientemente selecto para
mostrarle atención. Tal vez podría, eso sí, ser otra vez objeto literario de
Swift, en Una modesta proposición, a
causa del darwinismo existente en “nuestra España”. Dicho de otro modo, que si
ninguna de las fuerzas vivas, ni sus adláteres, estuvo aquel día 24 en la
calle, es difícil que haya quedado señalado ese día como nefasto hito contra la
reforma educativa que está en marcha: la parte de la ciudadanía protestona
contra lo que legislan, les trae al pairo. Sin embargo, lo sucedido el 27 de
octubre, en la Plaza de Colón y calles madrileñas adyacentes, les ha exigido
una atenta caución ante el latente estado de floración de las manifestaciones
fetén que pueden desbordarles. Ha sido incómodo reconocer –con tanta gente
amiga mandando- que Fukuyama no tenía razón: las contradicciones continúan
haciendo que la historia prosiga.
La
cantidad de personas que se hayan manifestado o
se hayan ausentado de las aulas el día 24, según la portavoz oficial del MEC
andaba por algo más del 20%. No es lo mismo que decir 200.000 personas -como
dijeron se habrían juntado en Colón tres días después. Lo asombroso de usar a
conveniencia los datos es que impresionan de modo distinto. Las proporciones de
participantes que manejaron los sindicatos y otras organizaciones -incluidos
CSIF y ANPE-, ha debido hacer pensar a más de uno en cómo se podían aclarar
entre sí tantas siglas diferentes. O también, qué suerte tenían ellos en seguir
una voz firme y única, fácil de asimilar a la de un Dios único y verdadero.
Pero, por otro lado, y pese a tanta
heterogeneidad manifiesta, ¿cómo era posible que todos -padres y niños
incluidos- hubieran salido a clamar contra lo que la Sra. Gomendio había explicado inalterable
y reitera todavía WERT: que toda aquella movilización tan sólo era por los
cortes de mangas a los profesores y nada más?
Si en el entorno de la Secretaria de
Estado creyeran que los profesores de la enseñanza pública tenían tanta y tan
variada aceptación ciudadana, seguro que ya los habrían tratado de otro modo estos dos años pasados. A ellos
y a sus alumnos. Hasta hubieran aceptado de buen grado ese 83% de seguimiento
-mayor todavía en la universidad- que,
según los sindicatos, tuvo esa huelga del 24.
Esa misma elite gobernante, entretenida en nadar y guardar la ropa, no
contaba, desde luego, con ser insultada por sus propios amigos. Hasta que la
sentencia del TEDH dejó patente, en Colón, que la presunta voz única de la
derecha es ficción en muchos asuntos relevantes y que no es fácil contentar su pluralidad.
Especialmente, a los maximalistas de que también se nutre la solitaria mayoría
parlamentaria que sustenta a este Gobierno.
Es decir, que del 24 al 27 de octubre,
con sólo tres días de distancia, dos manifestaciones muy distintas han
coincidido, sin embargo, en mostrar una creciente variación de los afectos
ciudadanos capaz de desbordar el ensimismamiento gubernamental, tanto más
inaceptable cuanto más cambia de discurso a conveniencia.
¿Y
el 29 de octubre? Es fecha memorable por
reincidir en lo mismo. El BOE publicó
la Orden MCD/1997/2013, que había
firmado WERT el día 24, en que cambiaba, a posteriori –comenzado ya el
curso-, las reglas de la aportación complementaria del Estado a los estudiantes
favorecidos con becas Erasmus en el extranjero. La decisión, retroactiva, no dejaba de ser un
recorte más a la enseñanza pública,
debido a un supuesto reparto social más justo. Incluso en Nuevas generaciones
(PP) se han desmarcado de tal ordenancismo improcedente: (http://www.elboletin.com/nacional/86995/wert-consejo-ue-tijeretazo-becas-erasmu.html).
En la tarde del cinco de noviembre, la cúpula del PP ha obligado a Wert a
rectificar su gesto excesivo. Pero el ministro más mentado de esta legislatura
no hace sino seguir una hoja de ruta prefijada. A punto de cerrar el capítulo
LOMCE, no es improbable que le paguen con alguna prebenda menos visible su
denodado sacrificio en ir sembrando
desafección hacia todos.
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