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jueves, 5 de septiembre de 2013

"El pensamiento único educativo (Cap. 1)". Un artículo de Juan Carlos Jiménez "antes de que llegue de nuevo el informe PISA"

Gracias a un tweet de  conocemos este artículo que ha publicado en el blog CARTAS AL DIRECTOR Y OTROS CABREOS:

Hace veinte años el periodista Ignacio Ramonet recuperó la expresión "pensamiento único" para referirse a esa aplastante hegemonía de la ideología liberal en los debates económicos que descalificaba cualquier alternativa como inviable. Para Ramonet, esta ideología era la expresión intelectual, con pretensión universalizante, de los intereses del capital financiero internacional. Sus principales rasgos eran la preeminencia de la instancia económica sobre la política y la consideración del mercado como el único medio para una asignación eficaz de los recursos.

 En el terreno educativo existe también una ideología aplastantemente hegemónica, repetida por sectores de derecha e "izquierda", que voy a permitirme llamar el pensamiento único educativo. Hace referencia esta ideología a una especie de saber convencional, un lugar común de los debates educativos, que da por hecho que los alumnos cada vez van peor preparados, cada vez estudian menos, cada vez son, utilicemos la expresión coloquial que se oye en los claustros, más "zotes".

 Esta ideología se convierte en seudocientífica amparándose en los pretendidos resultados de evaluaciones internacionales. Dice Ignacio Escolar "Hay un discurso demagógico que se ha instaurado como verdad indiscutida: que la educación en España es de las peores del mundo, que tanto PISA como la OCDE dejan a nuestra enseñanza fatal, que la culpa es de las sucesivas reformas o de los inmigrantes, o de las autonomías, o del bilingüismo, o de los funcionarios, que son unos vagos, que falta autoridad…" ("En defensa de la educación").

A partir de esta constatación, casi nunca estadísticamente fundada, se justifican todos los proyectos de reforma educativa, también el ultimo proyecto español, la llamada ley Wert: "las leyes educativas vigentes han reducido los niveles de exigencia con lo que han dificultado alcanzar la excelencia y nos han conducido a resultados mediocres".

Lo comentaba Concha Caballero en El Pais: "esta tarea no se hubiera podido culminar si desde hace años, la derecha política española y todos los think tank que las envuelven, no hubiesen conseguido desprestigiar la escuela pública, sus resultados y caricaturizar sus problemas.

 Mutilaron y manipularon informes como el PISA o el de la OCDE para presentar la cara más oscura de la enseñanza española. Ocultaron celosamente todos sus éxitos y consiguieron que la palabra educación se impregnara del concepto de fracaso, error y conflicto."

Hace ya algún tiempo los sociólogos franceses Baudelot y Establet escribieron un pequeño librito que debería ser obligatorio leer antes de iniciar el monótono lamento sobre la mediocridad de nuestros alumnos, "El nivel educativo sube" (Morata), que refleja en su primer capítulo como esas quejas (y sobre la ortografía casi siempre en primer lugar) se pueden encontrar a lo largo de todo el siglo XX, incluso a finales del XIX: "La ortografía de los estudiantes de Letras ha llegado a ser tan deficiente que la Sorbona se ha visto obligada a solicitar la creación de un nuevo seminario cuyo titular tendría como ocupación principal la de corregir los ejercicios de lengua de los estudiantes de la Facultad de Letras" (Albert Duruy, La instrucción pública y la democracia, París, Hachette,1886). Para estos sociólogos resulta incomprensible cómo se puede conciliar este continuado descenso del nivel con el constante incremento científico y tecnológico.

El lamento sobre lo bien preparada que estaba la generación anterior lo hemos padecido todas las personas que hemos estudiado ¿Quién ha olvidado la queja de nuestros padres, madres y educadores acerca de nuestras deficiencias educativas?

¿Qué tienen de cierto y qué de bucle melancólico esas añoranzas?

Si lo comparamos con los países de nuestro entorno se puede deducir que las diferencias son mínimas: "La puntuación media de los países de la OCDE en PISA se establece por definición en 500, y la desviación típica en 100. Con esa métrica, diferencias de 10 y hasta 20 puntos son diferencias pequeñas. Además, el tamaño de las muestras es tal que las diferencias menores de cinco puntos pueden deberse a errores aleatorios. Por último, conviene tener en cuenta que la puntuación media de los alumnos de la OCDE no es de 500, sino de 491.

Se avisa de evitar, por tanto, expresiones como "España a la cola", "el sistema español, un desastre" y otras semejantes que se usaron harto a la ligera cuando los informes anteriores. Si los resultados españoles están a 12 puntos de la media de los países y a tres puntos de la media de los alumnos, lo prudente es decir que estamos al nivel medio de la OCDE. Y también al de países con cuya compañía ni soñamos en otros ámbitos, como Estados Unidos, Francia, Suecia, Dinamarca, Noruega o Luxemburgo." (Julio Carabaña, "Avisos para no quedar en evidencia comentando Pisa").

A pesar de todo, el mito de unos estudiantes mal preparados perdura. Yo creo que en España el origen moderno de esta sensación melancólica se remonta a la Logse. El incremento de la escolarización obligatoria de los 14 a los 16 años vino acompañada de cambios en el sistema por los cuales dos cursos que antes impartían los maestros (6º y 7º de EGB) pasaron a ser impartidos por el profesorado de BUP (1º y 2º de ESO). Una medida tendente a mantener el horario y las plantillas del profesorado de bachillerato se convirtió en la causa del mayor rechazo a la LOGSE. El profesorado de bachillerato que recibía hasta entonces al 45% mejor de los niños y niñas de 14 años, academicamente hablando, recibía ahora al 100% y con dos años menos.

Hasta la Logse un importante número de estudiantes era desviado hacia la FP y no llegaba al profesorado de bachillerato. Desde la LOGSE ese alumnado permanecería en las aulas hasta los 16 años, (cuatro largos cursos) al igual que lo haría el importante número de alumnos que con la Ley anterior abandonaba a los 14, 15 o 16 años sin continuar ningún tipo de estudios (y muchos de ellos, sin titulación).

Un sector del profesorado de bachillerato, cuyas condiciones laborales sufrieron alguna merma por estas medidas, hizo popular el tópico, alentado por la caverna, de que el aumento de la escolarización, una medida democrática que nos igualaba con los sistemas educativos de la Unión Europea, suponía un descenso de nivel y "egebeizaba" la enseñanza secundaria.

¿Descenso del nivel de quién? ¿Quién bajaba el nivel? ¿El 25% que terminó el bachillerato el último año de vigencia de la reválida preLogse, esa revalida que hoy quiere recuperar Wert? ¿El 8% que acababa la formación profesional? ¿O el 67% restante que había abandonado la escolarización (la mitad de ellos sin el título siquiera de graduado que se daba al término de la EGB)?

 El revisionismo histórico que ha acabado convirtiendo el golpe de estado fascista en una labor de saneamiento de los males de la democracia republicana acabará embelleciendo la escuela franquista en la que apenas terminaban el bachillerato uno de cada cuatro alumnos y tenía, todavía en 1970, un 10% de analfabetismo total.

Lo explica muy bien, y con ejemplos propios, Francisco Llera en Facebook, comentando un típico post acerca de las muchas matemáticas que se sabían antes: "Pues yo estudié allá por la segunda mitad de los 70 lo que se llamaba BUP, y de una clase de 40 personas aprobaban sólo dos las matemáticas. Curiosamente ambos se podían permitir asistir a una academia privada. Los demás debíamos ser tontos porque no nos enterábamos de nada. Eso sí, debían ser muy completitas, pero lo cierto es que aprender, aprender.... lo que se dice aprender, aprendíamos poco. De lo que pudieron aprender mis padres mejor no os lo cuento porque os echaríais a llorar. Vamos, que bastante tenían con buscar algo para comer. Era poco antes de los 50, y las tasas de analfabetismo en España eran más abultadas que las tasas de paro actuales. Tasas que no mejorarían hasta entrados los 80. Ahora observo a mis hijos. El mayor, con 17 años, irá el próximo año a la universidad si mantiene el nivel de notas, porque sino igual no se la puedo pagar a pesar de que ambos somos funcionarios de carrera. En mi caso con más de 25 años de antigüedad. Lo cierto es que él ha aprendido matemáticas y no le ha hecho falta ir a ninguna academia. El de 14 años es peor estudiante, pero aún así su nivel de matemáticas, siendo bajito, está a años luz del nivel que consiguió adquirir el 98% de mis excompañeros de instituto y a distancia galáctica de lo que consiguieron aprender el 99% de nuestros padres y abuelos. ¿Se entiende lo que quiero decir?".

Lo mismo que estoy intentando explicar yo.

Porque "no se lo van a creer, pero lo que realmente demuestran los informes de la OCDE es que somos el país del mundo donde más ha mejorado el nivel educativo de la población durante el último medio siglo, solo por detrás de Corea del Sur e Irlanda. A veces se nos olvida, pero España viene de una dictadura y de un retraso económico, social y cultural que no se arregla ni en una generación ni en dos. Después de un avance espectacular en estas últimas décadas, los alumnos españoles están hoy en la media de los países desarrollados, ni mucho mejor ni mucho peor. Es un error interpretar los datos de PISA como una clasificación deportiva. Hay tan poca distancia entre unos países y otros que el orden casi carece de importancia: es como una carrera ciclista que entra en meta agrupada y donde los alumnos españoles no van a la cola, sino en el grueso del pelotón." (Ignacio Escolar, "En defensa de la educación")

¿Quiere esto decir que no hay nada que mejorar en el sistema educativo? Por supuesto que no. Hay muchísimas cosas que mejorar. Pero no desde el pesimismo. No desde una visión catastrófica de nuestro sistema educativo. Con un debate público bien informado.

Y lo primero que habría que hacer, pero eso será motivo de otro post, es definir y consensuar cuáles son los objetivos que pretendemos para nuestro sistema educativo a partir de un concepto común de lo que entendamos por calidad educativa.

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