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domingo, 9 de diciembre de 2012

La Ley Wert fortalece el poder de la Religión Católica en la Escuela y proclama el fin de Educación para la Ciudadanía

elpais.com: El analfabetismo religioso

España un Estado laico, qué sarcasmo. Aquí se confunden actividades y fines religiosos y estatales. Se incumple el principio de neutralidad: el Jefe del Estado nombra al arzobispo castrense con rango de General de División

Vengan leyes. Estatuto de Centros, LODE, LOE, LOGSE, LOCE, LOMCE… Dice un axioma militar que órdenes y contraórdenes sobre un mismo escenario producen siempre el caos. El desorden. Después de décadas de enseñanza religiosa en mano de docentes seleccionados por los obispos, pero contratados y pagados religiosamente (nunca mejor dicho) por el Estado, nadie duda del derrumbe de la cultura cristiana. Incluso lo afirma la Conferencia Episcopal, con motivo de una llamada Jornada Nacional de Pastoral Juvenil celebrada en Valencia el mes pasado. “No creo en Dios como me lo enseñaron en el colegio”, decía un muchacho en el vídeo con que los obispos anunciaban la celebración. Comentando esa frase, su responsable de juventud y prelado de San Sebastián, José Ignacio Munilla, habló ese día de “emergencia educativa”. La jerarquía piensa incluso que España “necesita ser misionada”. A ese precipicio les ha llevado su añorada “escuela cristiana”.

Es lógico que los obispos clamen al cielo por esta situación y presionen al Gobierno Rajoy -al fin y al cabo, uno de los suyos-, hasta el colmo de sus deseos. Pero la perplejidad es mala consejera. El analfabetismo religioso de los jóvenes (y no tan jóvenes) españoles no puede ser despachado volviendo a un modelo educativo tan estrepitosamente fracasado. Si hacemos caso al mismísimo papa Benedicto XVI, la antaño ‘Reserva espiritual de Occidente’, gobernada moralmente por la Iglesia católica (el sucio contubernio nacionalcatólico, de 1936 a 1975), es hoy una viña desvastada por los jabalíes del laicismo y el ateismo. ¿Cómo ha sido posible, si en los últimas décadas, incluso ahora, esta confesión está siendo tratada con mimo y generosos privilegios, incluso por Gobiernos que se han dicho laicos y de izquierda? Es misterio que debería hacerse estudiar el episcopado.

Además, están las maneras. Reforzar el supuesto monopolio que los obispos han tenido sobre la moral y la ética de millones de estudiantes deja en muy mal lugar principios de los que los políticos gustan de presumir. También sufre la verdad. Los obispos se comportan como esas fortalezas sitiadas que tienen el enemigo fuera pero también intramuros. Gran parte de las iglesias de bases (incluidos teólogos y sacerdotes), creen que el sistema de enseñanza religiosa es un desastre. Lamentan, sobre todo, el tremendismo con que se suele producir el debate y desde el que se quiere buscar una solución.

Aquí se ha oído de todo, en la prensa católica y fuera de ella. Nada ha sobrado para convencer al Gobierno de que no había más remedio que atender las pretensiones de las sotanas. Que si el PP asumía los principios socialistas (incluso la tontería que llegó a hacer escuela: ‘Más Gimnasia y menos Religión”); que si Zapatero había convertido “en héroes a los alumnos que querían clase de religión”, que si la crisis se ha podrido por falta de formación católica...

También han clamado que España es un país de pandereta por no cumplir un concordato internacional de alto rango. El grito tiene que ver con uno de los llamados Acuerdos firmados por España y el Estado vaticano tras la muerte del dictador Franco, el de Enseñanza y Asuntos Culturales. Estaría bien que se cumpliesen de verdad, ese y los otros tres, sobre todo el de la financiación del clero, en el que la llamada Santa Sede se comprometía en 1978 a buscar fórmulas de autofinanciación antes de tres años. Se supone que obispos españoles y la Santa Sede son una misma cosa, pero de aquel compromiso nunca más se supo. Al contrario, España incrementa cada año sus aportaciones económicas a la Iglesia católica, sin que se espante el sistema constitucional.

España un Estado laico, qué sarcasmo. Aquí se confunden actividades y fines religiosos y estatales. [...]


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