El principal motivo por el que yo voy a hacer huelga no es por mi situación, verdaderamente privilegiada si valoro los dramas de mi circunstancia, familiares, amigos y compañeros, cuyas rentas y derechos son cuestionados, cuando no liquidados por un gobierno inútil.
Voy a hacer huelga contra el miedo. Huelga en defensa de tantos trabajadores a los que se les atemoriza con sus rentas o sus contratos, con sus derechos o con sus familias, por el mero hecho de prestarse a llevar a cabo ese día una jornada de reivindicación.
Voy a hacer huelga porque nadie ha solucionado aún, ni los unos, ni los otros, que mientras las patronales exigen más flexibilidad, en España nueve de cada diez contratos es temporal o precario.
Hacer huelga contra el miedo es estar junto a aquellos trabajadores a los que se les obliga a firmar que han seguido una jornada de huelga en defensa de sus derechos y rentas.
Huelga contra el miedo a que nuestros hijos pierdan su derecho a una educación universal y pública, como de hecho ya han perdido determinadas clases que, bien avanzado el curso, aún no han comenzado a impartirse por falta de profesores.
El miedo que lleva a algunos a pensarse si hacer huelga o no, me lleva a mi a no trabajar ese día, a ejercer mi derecho, por los demás y por mi mismo, y, sobre todo, porque quieren que deje de tener sentido que exista una sanidad pública, universal y gratuita, o, simplemente, los servicios sociales se reduzcan a la beneficencia.
Las dificultades de una huelga, incluso la más motivadas como ésta, estriban en la dificultad de los trabajadores y trabajadoras a la hora de secundarla. Una empleada de un centro comercial que llega a su puesto de trabajo quince minutos antes porque ha de firmar su contrato diario, tiene, como es natural, miedo a no volver a ser contratada nunca más.
El miedo es, pues, el peor enemigo de los paros obreros. El miedo a no volver a ser contratado, a ser despedido, a tener que firmar en su puesto de trabajo si uno secunda la huelga, en definitiva, al desprecio de los reaccionarios y al abuso de los incautos.
La derecha sigue una estrategia múltiple a la hora de tratar de frenar el éxito o no de la huelga general. Por un lado señala que no es momento (nunca es momento), y, por otro, cuantifica los costes de la misma, calumnia a los sindicatos, injuria las movilizaciones o las simplemente las califica de políticas (?).
Mi huelga será por los parados de nuestro país, contra una política económica errada y errática, a favor de nuestros derechos, del bienestar y del desarrollo, pero, sobre todo, mi huelga es contra el miedo. Contra el miedo que sentiríamos todos de ver perderse a un país cuyos ciudadanos y ciudadanas son lo único que importa.
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