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viernes, 8 de junio de 2012
Wert, camino al descalabro
EL SEMANAL DIGITAL: Los estragos del ministro Wert encienden las alarmas del PP
Ricardo Rodríguez
La convalidación del decreto ley de ajustes en Educación vivía ya sus últimos momentos. José Ignacio Wert tomaba la palabra en lo que parecía el colofón final a su intervención en el Pleno del Congreso. Entonces, cuando pocos lo esperaban, el ministro soltó: "La medida no es la que nos gustaría, a mí al que menos". La confesión provocó el rápido envío de un sms cargado de ironía de un diputado del PSOE a uno del PP buen amigo suyo: "Wert nos da la vida".
En efecto, la defensa del titular de Educación a sus parches resultó manifiestamente mejorable. A no ser que uno quiera hacerse perdonar y eso le lleve a tirar por la calle de en medio. En el seno del Partido Popular, con mala intención, lo llaman "la cuota Pedro Arriola". Al fin y al cabo, el sociólogo de cabecera de Mariano Rajoy sentó a su amigo en el Consejo de Ministros. Un antiguo dirigente de la UCD, hoy profesional liberal de éxito, me comentó ante el nombramiento de José Ignacio Wert que era un tipo inteligente, pero demasiado directo con sus interlocutores. En román paladino, un hombre carente de cintura política. Sus pasos corroboran tal impresión.
La gestión pública tiene estas cosas. Uno puede incluso tener razón en planteamientos generales y sin embargo ser engullido de la manera más inmisericorde. Jugar al contraataque, como hizo Wert (bueno, él directamente no, pero sí alguno de sus subordinados) con las filtraciones de los desastrosos currículos de los organizadores de manifestaciones estudiantiles o de las prebendas de los rectores que le dieron plantón (un plantón de ida y vuelta pues días después José Ignacio Wert hizo lo propio con ellos), es el camino más recto para cosechar un descalabro.
Sí, el ministro ha roto muchas caras. En realidad, se la ha roto a sí mismo con su falta de habilidad para manejar los ritmos políticos. La estrategia de la confrontación siempre tiene límites y es mala compañía.
Alguien debería decírselo a José Ignacio Wert. Alguien también tendría que comentarle que fije su atención en Ana Mato o Fátima Báñez, dos ministras a priori en mayores dificultades, pero hechas de la suficiente fibra política para librar sus propias batallas moviéndose con las debidas precauciones. Y a partir de ahí, la mera mención del titular de Educación es recibida con frialdad y en algunos casos incluso con notable irritación en el interior del PP. Tanta como para tildarle de "cadáver", aún cuando la actividad pública resulta cambiante, sutil e ingrávida.
El horizonte de Wert no puede ser más incierto. No sería mala cosa que el ministro empezara a pensar que lleva camino de convertirse en una de las estrellas de la temporada parlamentaria. Vienen meses de gran presión. Los ajustes se dejarán sentir con el nuevo curso escolar. El próximo otoño será de órdago. La subida de tasas, el mayor ratio de alumnos por clase o la disminución de docentes pueden llevar a la misma opinión pública a colgar el cartel de wanted, como en el Oeste, con la fotografía del ministro.
Léelo en el Semanal Digital
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