En la tercera parte del largo preámbulo del anteproyecto LOMCE,
Wert decreta siete medidas para reducir el abandono temprano, mejorar
los resultados internacionales (PISA), aumentar las tasas comparativas
de alumnos excelentes (y es de suponer que también de alumnas aunque no
lo especifica), y de titulados ( ¿y tituladas?) en ESO y, atención:
mejorar la empleabilidad
de los estudiantes. Queda claro desde el principio que para Wert y sus
acólitos la educación consiste en convertir a los estudiantes en mano de obra. Las leyes que promueven la ciudadanía en lugar de la empleabilidad son caras y peligrosas.
La tercera de dichas medidas habla de la autonomía de los centros,
su especialización, y la rendición de cuentas, como motores del fomento
de la empleabilidad. Los centros deben tener capacidad de mejorar su oferta educativa,
dice Wert, y decidir sobre los recursos (humanos y materiales)
necesarios para dicha mejora. Una vez puesta la educación a los pies del
mercado, y lanzado a la comunidad educativa por el terraplén de la
oferta y la demanda, Wert otorga poderes especiales al director, que a
cambio deberá rendir cuentas a la administración que lo eligió, en
términos de resultados obtenidos (pruebas externas). Este director, por
tanto, no puede ser elegido por la comunidad
educativa a través del consejo escolar, pues la delicadeza de su
trabajo exige hilo directo con la administración, y la organización
colegiada y democrática del consejo escolar no hace más que entorpecer
el liderazgo necesario para dirigir el centro. El director, elegido por
la administración, será un verdadero jefe de personal que podrá
seleccionar a los profesores del centro, tanto funcionarios como
interinos. En paralelo, el consejo escolar es desprovisto de su
capacidad de decisión, convirtiéndose en un órgano meramente consultivo.
Bajo
el eufemismo de la autonomía se esconde, por tanto, el control de los
centros por parte de la
administración, a través de un director-jefe de personal nombrado a tal
efecto, previa neutralización del consejo escolar. De nuevo una vieja
idea del mundo anglosajón, "control-mode" lo llaman, y sus nefastas consecuencias son bien conocidas.
En el otro extremo encontramos el "collaboration-mode", trabajo en
equipo, liderazgo por influencia, autoorganización democrática de los
centros...en resumen: lo que hacen paises como Finlandia y Canadá, los únicos paises occidentales que ocupan puestos entre los diez primeros tanto en matemáticas como en lectura y en ciencias.
Apah
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